Enhorabuena
Hagámoslo a la manera americana. Levantémonos de la mesa del gran banquete nacional y animados por el alcohol de la comida actuemos como actúan los comensales borrachos, sin medir lo que dicen. Alcemos la copa, aproximemos el micrófono a los labios y empecemos diciendo: enhorabuena, enhorabuena a todos de corazón. Enhorabuena a los nacionalistas que han tenido la habilidad de tener a un país veinticinco años en jaque, y lo que te rondaré; enhorabuena a los socialistas, que nos hicieron cambiar tantas veces de opinión, ¡olé su arte! A veces nos animaron a criticar a los nacionalistas, apelando a la idea intrínsecamente solidaria del pensamiento de izquierdas, y ahí estuvimos en primera fila, pero luego, ay, luego, se produjo un cambio y tildaron de carcas a los que no veían en el nacionalismo la corriente de los nuevos tiempos; enhorabuena a la derecha que echa mano del discurso más agresivo para no correr el peligro de que gente razonable les tenga la más mínima simpatía; enhorabuena a los que escribimos porque nos hemos alineado en uno u otro equipo con una fidelidad y una vehemencia que parece que estemos siempre en la final de un campeonato de futbito; enhorabuena a los que saben decir lo que su clientela cautiva está esperando; enhorabuena también a la clientela, que desea que el partido al que vota dirija sus opiniones; enhorabuena a los que desean que los periodistas estén al servicio del equipo A o del equipo B. Enhorabuena, está prácticamente conseguido. Enhorabuena porque así todo es mucho más sencillo. Si eres del equipo A tienes el compromiso de asustar de vez en cuando con el peligro de la derecha franquista; si eres del B, con el de la desintegración de España. Y luego te bajas a tu bar, que también es de tu equipo, a que tus colegas te den palmetazos en la espalda de reconocimiento. Lo que es de tontos es no estar suscrito a ninguno de los dos equipos. ¿Qué consigue uno con eso? El vacío existencial. Los del B no te han querido nunca, y los del A, que son los tuyos, están hartos de que pongas tantas pegas. A veces se te quedan mirando fijamente y te dicen: "Es que hay gente que no sabe de qué vas". Es increíble, inaudito, lo dicen como si te estuvieran señalando un defecto.
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