_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Entusiasmo

-Tu hombre de confianza es quien atentó contra tu vida, susurró al oído de un capo de poca monta que tomaba una copa en un bar lúgubre.

-¿Estás seguro de lo que dices?, le preguntó el capo en voz alta.

-Seguro por mis propios ojos que vieron cómo urdía la trampa.

El capo soltó la copa de un golpe sobre el velador, se levantó con la mirada enfurecida de negros pensamientos y salió del bar vacío de clientes que hubieran podido identificarlo. Se dirigió al hospital en el que había atendido con mimo a su hombre de confianza por haberle salvado la vida recibiendo el peso del techo por error; fue justo al salir de la bodega cuando oyó el estrépito que lo aplastó por mala suerte mientras él salía indemne. El rostro se le ensombrecía cada vez más mientras pensaba que había prodigado su ternura con aquel hijo de mala madre que se merecía todo lo que estaba padeciendo.

Abrió la puerta de la habitación y lo vio blanco como la nieve, enyesado de la cabeza a los pies con un brazo y una pierna colgando de un cable. No se veía a ningún otro enfermo.

-Vístete que nos vamos, le dijo en tono amenazante. El enfermo no se movió, claro, y el capo entonces sacó su pistola y se la metió por el agujero de un ojo, por el de la boca y por el del otro ojo sucesivamente: Te voy a matar, asesino, traidor, desagradecido y otras muchas lindezas que no puedo recordar. La próxima escena tenía lugar el en pasillo del hospital, con el enyesado corriendo y el capo intentando subirse a sus espaldas, a cabrito, hasta que dos enfermeras consiguieron separarlos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Este relato es parte de un capítulo de la telenovela Pasión de gavilanes. Cuando vinieron a Sevilla dos de los actores para firmar discos de la banda sonora y revolucionaron a miles de jovencitas con entusiasmo exaltado fue lo primero que recordé y sonreí porque el sentido del humor es estupendo. Al cabo de unos días lo comenté con varias personas que coincidían en un punto de vista extraordinario: todas consideraban que aquella serie no tenía nada de comedia; lo que en ella ocurría y se decía iba en serio. Esos bellezones pueden ofuscar hasta el sentido del humor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_