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Reportaje:Dehesa de la Golondrina | ESCAPADAS

El tesoro de Navacerrada

Todos hemos oído contar que cuando Cristo agonizaba en la cruz, unas golondrinas le aliviaron (algo es algo) arrancándole las espinas de la frente. Pues bien: hay una leyenda complementaria, en la sierra de Guadarrama, que dice que una de aquellas piadosas avecicas agarró su correspondiente púa y, en lugar de soltarla al pie del Gólgota, voló y voló y voló -3.400 kilómetros, para ser exactos- hasta desplomarse exánime en el monte que, por eso mismo, se llama de la Golondrina, junto al actual pueblo de Navacerrada.

Ignoramos qué motivos podría tener un pájaro palestino para dejarse caer por la dehesa de la Golondrina, fuera del lógico cansancio. Sí sabemos, en cambio, qué atractivos ofrece para los vecinos de Navacerrada. A la dehesa suben todos el 13 de junio a festejar a su patrón, san Antonio de Padua, que allí tiene una pequeña ermita.

Hay que asomarse a un mirador que domina un prodigioso panorama de la sierra
Una senda señalizada invita a pasear por el monte comunal de la villa serrana, disfrutando del oro otoñal de los robles

A la dehesa suben los ganaderos con sus vacas, buscando los verdes ribazos de las arroyadas y las hojuelas de los chirpiales. Y a la dehesa suben los que disfrutan tiroteando a las liebres, una actividad no muy piadosa pero que engrosa las arcas municipales. A esto hay que añadir que, por su situación -está justo encima del pueblo, al oeste- y su poca elevación -1.392 metros-, la dehesa es uno de los paseos preferidos de los residentes y una buena opción para los visitantes que no desean atacar montes mayores, porque van con niños, porque quieren comer a manteles o por lo que sea. Pensando en éstos, el Ayuntamiento ha señalizado un circuito que permite recorrerla en un par de horas, gozando de uno de los mejores robledales de Madrid: un bosque que, ahora mismo, dorado a fuego lento por el sol huidizo de octubre, es cuando más bello está.

En la misma rotonda que da acceso al pueblo, viniendo por la carretera de Villalba, se descubre a mano izquierda la puerta de la dehesa. Justo detrás hay un panel informativo y el primero de una serie de jalones numerados que invitan a subir, no por la pista principal de tierra, sino por la vaguada del arroyo de Jarahonda, surcando una espesura que es de buena querencia del pico picapinos, del jabalí que apetece las bellotas y del ganado que apura hasta el último verdor de las bardas o matas de roble melojo. Así están de lustrosos los chotos, que ganas dan de tirarles un bocado.

Monte arriba, en terreno más despejado, la senda marcada confluye con la pista principal, por la que hay que seguir ascendiendo hasta asomarse a un mirador que domina un prodigioso panorama.

Con la ayuda del panel allí instalado, reconoceremos 14 montañas: desde la Mujer Muerta (a poniente) hasta la Maliciosa (a naciente), pasando por Siete Picos, macizo éste que se yergue justo enfrente, afilando su aguda dentellada, como dijo el poeta José García Nieto, sobre el cóncavo pinariego que arropa a Cercedilla.

Aunque la ruta señalizada acaba aquí, merece la pena trepar hacia la derecha, a campo traviesa, para coronar el cerro de la Golondrina, máxima altura de la dehesa. Nuestro breve esfuerzo se verá recompensado con una vista casi cenital sobre el pueblo de Navacerrada y su embalse, cuya superficie aparece moteada de ánades azulones, somormujos lavancos y gaviotas reidoras.

También veremos, a muchos metros sobre el pico, el busardo ratonero y el buitre leonado sobrevolando en lentos círculos la dehesa, al husmo de la carroña que, habiendo caza y ganado, nunca escasea. Volviendo a la pista, y ya sin abandonar ésta, regresaremos al punto de partida pasando por la ermita del patrón.

Es fama que san Antonio de Padua tenía, como san Francisco, el don de amigar con los animales y que gustaba de hablar con los pájaros. Mejor lugar que éste no pudo encontrarse para construirle una casa: un altozano rodeado de robles donde bullen los mirlos, los arrendajos, los rabilargos, las abubillas, los pitos reales..., en mitad de una dehesa a la que dicen, para que no falte de nada, de la Golondrina.

Rutas para hacer con niños

- Cómo ir. Navacerrada dista 52 kilómetros de Madrid yendo por la A-6 hasta Villalba y luego por la M-601. En el kilómetro 10,800 de esta carretera se halla la rotonda desde la que se accede a la dehesa. Hay autobuses de la empresa Larrea (teléfono 91 398 38 05).

- Datos de la ruta. Duración: 2 horas. Longitud: 3 kilómetros. Desnivel: 200 metros. Dificultad: muy baja. Camino: itinerario circular por sendero y pista de tierra, señalizado con jalones numerados y paneles informativos; conviene no salirse de la ruta marcada, sobre todo en días de caza (jueves y domingos de otoño). Cartografía: mapa Sierra de Guadarrama, de La Tienda Verde.

- Otras excursiones. La senda alrededor del embalse de Navacerrada (3 kilómetros, 1 hora y media) y la de la presa del Chiquillo (2 kilómetros, 1 hora) están igualmente señalizadas y son ideales para hacer con niños. Guías y planos, en la Oficina de Turismo de Navacerrada.

- Comer. Asador Felipe (tel.: 91 853 10 41): lechazo y cochinillo asados en horno de leña; 25-30 euros. El Portillón (teléfono: 91 856 02 56): bacalao al pil-pil y carnes a la brasa; 24 euros. La Raclette (teléfono: 91 853 11 72): carne a la piedra y fondues; 20 euros. Casa Paco (tel: 91 856 05 62): cocina castellana a buen precio; 20 euros.

- Dormir. Hacienda Los Robles (teléfono 91 856 02 00): hotel rural con buen restaurante, amplio jardín y vistas a la dehesa; doble, 75 euros. Arcipreste de Hita (teléfono: 91 856 01 25): en el alto del Portazgo, dominando el embalse de Navacerrada y el cerro de la Golondrina, con sauna, squash y bungalós de madera; 75 euros. El Torreón (teléfono: 91 842 85 24): entre pinares, 10 habitaciones bien equipadas y decoradas; 65 euros. Nava Real (tel.: 91 853 10 00): el alojamiento con encanto más económico de Navacerrada; 60 euros.

- Más información. Oficina de Turismo de Navacerrada (Cuartel, 5; tel.: 91 856 03 08). Y en Internet: www.ayto-navacerrada.org.

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