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Conductores, derechos y deberes

"Uno de cada cuatro conductores da positivo en un macrocontrol de alcoholemia en la C-58". "Día de luto en Cataluña por los accidentes". Son sólo dos de los titulares que desgraciadamente hemos podido leer en los últimos días. El primero es del pasado lunes 10 y hace referencia al dispositivo que los Mossos d'Esquadra montaron la madrugada del domingo en el mismo punto kilométrico donde el pasado 2 de octubre murieron dos jóvenes en un choque múltiple donde alcohol y velocidad mostraron su letal complicidad. El segundo, del jueves 13: en sólo 12 horas ocho personas perdían la vida en cuatro accidentes: el exceso de velocidad se apunta como la principal causa de unos siniestros que tornaron en tragedia un día festivo. Las imágenes de estos accidentes, amasijos de chatarra que escupían dolor y pérdida, pudieron verse en todos los telediarios; los periódicos también fueron generosos con el espacio que les dedicaron. Lógico. En referencia al primero de los titulares, sin embargo, una reflexión: el hecho de que sólo una semana más tarde y en el mismo lugar tal cantidad de conductores dieran positivo -48 de los 220, ¡el 22%!- no ha conseguido activar una mínima alarma social.

Desayunas con estos titulares y llegas a la conclusión de que parte de nuestra sociedad parece no entender o no querer hacerlo. Un ejemplo: ¿cuál es la tasa máxima de alcohol en sangre permitida con la que podemos conducir? Puede que algunos de nuestros conductores no lo sepan; todos, sin embargo, sabemos que alcohol y asfalto es un binomio condenado a no entenderse jamás. Vital es, en este sentido, estimular un debate social sincero sobre derechos y deberes: los que todos, sin excepción, tenemos en la carretera. Y es que cada día vemos que actitudes negligentes vulneran derechos fundamentales, los del resto de los conductores que comparten carretera. Los poderes públicos ya no sabemos cómo explicarlo y denunciarlo: poco o nada tiene de civilizada una sociedad que pierde a tantos de sus ciudadanos en accidentes de tráfico. La cantidad de muertos y heridos graves que anualmente puntean nuestras carreteras no está a la altura de una sociedad avanzada. Es sobre ese mismo asfalto donde hemos de reivindicar y trabajar por el reconocimiento de los derechos y deberes de los conductores. El primero, el más importante: el derecho a la vida. De lo que se trata es de no crear condiciones para morir, de no ponérselo fácil a la muerte.

¿Cómo reaccionaríamos si en Catalunya muriesen asesinadas 16 personas en una semana? ¿Alarmaría comprobar que la violencia doméstica se cobra ocho víctimas en 12 horas? Porque 16 fueron las personas que en una sola semana -del 26 de septiembre al 2 de octubre- perdieron la vida en las carreteras catalanas y ocho las que lo hicieron el pasado 12 de octubre. Parece que morir sobre el asfalto reste dimensión a la tragedia: ¡no permitamos que nuestros muertos se conviertan en una noticia cotidiana! ¿Qué hacer? Desde los poderes públicos, seguir combatiendo la indisciplina viaria relacionada con la velocidad excesiva o inadecuada, el consumo excesivo de alcohol y estupefacientes, y la no utilización de los accesorios de sujeción. ¿Cómo? Con más presencia policial, más controles y más vigilancia. Presencia policial que se concreta en los 1.180 agentes pertenecientes a la división de tráfico de la Policía de la Generalitat y 467 vehículos. Controles de diferente tipo, como los de velocidad, con radares estáticos y dinámicos; de alcoholemia; de sustancias estupefacientes... Más vigilancia en tramos concretos de la red viaria, en ciertas fechas con dispositivos especiales; realizando seguimiento durante el verano a vehículos que se desplazan desde Europa hasta África...

Con todo, el principal dispositivo de seguridad son los propios conductores. Falta, sin embargo, más concienciación. Por eso se ha de seguir trabajando en los programas de educación y en campañas dirigidas a concienciar a la ciudadanía, como las del casco, el cinturón y los sistemas de retención infantil. Un trabajo que se complementa con una insistencia, un ruego: ser responsables en la carretera, respetar los derechos de los conductores y cumplir con los deberes de conductor.

Una parte de los accidentes se producen mientras se trabaja. En este sentido, el papel de los sindicatos es de vital importancia: la velocidad ha de dejar de ser un incentivo económico y se ha de poder incorporar la siniestralidad al discurso de higiene y seguridad laboral. ¿De qué nos sirve hablar de la calidad de los filtros del aire de una empresa si cuando salimos del trabajo, en un stop, podemos desaparecer? La semana pasada clausuré unas jornadas de prevención de accidentes de tráfico en el ámbito laboral organizadas por el sindicato UGT bajo el sesentayochista lema La prevención es tu mejor aliado: ¡vacúnate! Aproveché la invitación para explicar algunas de las conclusiones de un estudio realizado por el Servicio Catalán de Tráfico conjuntamente con UGT y CCOO. Entre otros datos, el estudio muestra que el 46% del total de los accidentados en Cataluña pertenece al grupo de accidentes laborales: un 34% son in labore -los que suceden en un desplazamiento motivado por la propia actividad laboral- y cerca de un 12% son in itinere -los que se registran en el trayecto habitual entre el puesto de trabajo y el domicilio del trabajador-. Según revela este mismo estudio, el 73% de los conductores afiliados a alguno de los sindicatos asegura haber tenido un accidente con daños materiales y el 19% confiesa haber intervenido en uno con víctimas.

La irrupción del coche cambió el signo de la historia y nos cambió la vida. No convirtamos un símbolo de libertad en un símbolo de riesgo, esclavitud y muerte. Hemos pasado muchos años reclamando libertad: ¡ejerzámosla ahora! Si quiero tener el derecho a circular tranquilamente por la carretera, acepto el deber de cumplir las normas de tráfico. La causa de la libertad, escribió Gandhi, se convierte en una burla si el precio que hay que pagar es la destrucción de quienes deberían disfrutar de ella. Démonos, en tráfico, el placer de contradecirle.

Montserrat Tura es consejera de Interior de la Generalitat.

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