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Wayne C. Booth, crítico que analizó la retórica

Wayne C. Booth, uno de los críticos literarios preeminentes de la segunda mitad del siglo XX, cuyo estudio de toda una vida sobre el arte de la retórica iluminó los medios con los que los autores seducen, camelan y, más que frecuentemente, mienten a sus lectores en servicio a la narrativa, falleció en su hogar de Chicago. Tenía 84 años.

Booth, que durante mucho tiempo fue miembro de la Universidad de Chicago, ocupaba en el momento de su muerte la cátedra George M. Pullman como profesor emérito distinguido de filología inglesa. Sus libros, que forman parte del plan de estudios común de universidades de todo el mundo, incluyen The Rhetoric of Fiction (Universidad de Chicago, 1961); A Rhetoric of Irony (Universidad de Chicago, 1974); y The Company We Keep: An Ethics of Fiction (Universidad de California, 1988). Utah State University Press tiene prevista la publicación de su último libro, unas memorias tituladas My Many Selves, para el próximo año.

Para muchos críticos anteriores, en especial los nuevos críticos de mediados del siglo XX, la literatura estaba concebida para existir en una especie de vacío social, para ser detallada críticamente en relación con el texto, y sólo con el texto. Pero para Booth, la literatura no eran tanto unas palabras sobre el papel como un complejo acto ético. Veía la novela como una especie de pacto entre autor y lector: íntimo y gratificante, pero raramente fácil. El quid de su pacto era la retórica, el acto de la persuasión verbal. La tarea del autor, sostenía, era la de atraer a los lectores hacia la red de la narrativa y retenerles allí. El trabajo del crítico era el de extraer los mecanismos retóricos concretos -lingüísticos, estilísticos, simbólicos- mediante los que se conseguía esto. Para describir la intrincada y cambiante danza entre autor y lector, acuñó varios términos que ahora son de uso común entre la crítica, como "autor implicado" y "narrador poco fidedigno". Mientras sus primeros trabajos exploraban el uso de la retórica en la narrativa, los últimos reflexionaban sobre diversas formas de comunicación, desde el discurso político hasta los anuncios de televisión. En cierto sentido, sus obras son manuales de usuario que explican por qué estas formas funcionan tan evocadoramente como lo hacen. "Convirtió la retórica en un modo de lidiar con muchos de los problemas del mundo moderno", decía James Phelan, catedrático distinguido de filología inglesa en la Universidad Estatal de Ohio, en una entrevista telefónica. "Cogió esa tarea, que realmente trataba sobre la forma en la que los autores se comunican con los lectores, y empezó a pensar en términos más generales sobre el modo en el que las personas de distintos bandos de las divisiones ideológicas pueden comunicarse entre sí".

Wayne Clayson Booth nació el 22 de febrero de 1921 en American Fork, Utah. Su familia era descendiente de mormones pioneros, y de joven adoptó su fe y se convirtió en misionero en Chicago. Pero, poco a poco, empezó a batallar con las enseñanzas eclesiásticas. Fue una lucha, diría más tarde, que influyó tanto en su decisión de enraizarse en el mundo laico como en su particular interés en la retórica. Obtuvo una licenciatura de la Universidad Brigham Young en 1944, un master de la Universidad de Chicago en 1947, y un doctorado en Chicago en 1950. Tras impartir clases en Haverford y Earlham, se unió a la Facultad de Chicago en 1962. Se jubiló en 1992.

Las demás obras de Booth incluyen: Modern Dogma and the Rhetoric of Assent (Universidad de Notre Dame, 1974), Critical Understanding: The Powers and Limits of Pluralism (Universidad de Chicago, 1979); The Vocation of a Teacher (Universidad de Chicago, 1988); y The Rhetoric of Rhetoric (Blackwell, 20004). También fue fundador de la revista Critical Inquiry. En The Company We Keep, por lo general considerado uno de sus libros más importantes, afirmaba que la crítica en sí, lejos de ser una abstracción imparcial, debería ser un acto de juicio ético. "La alabanza ética abierta es una forma legítima de crítica literaria", escribía. "Cualquiera que intente devolver la crítica ética al salón, para que se una a variedades más modernas y menos amenazadoras, debe saber desde el principio que no le aguardan conclusiones definitivas. En mi capítulo final no llegaré a una cómoda doble columna titulada Éticamente bueno y Éticamente malo. Pero si las poderosas historias que nos contamos realmente nos importan -e incluso los teóricos más escépticos dan a entender por su práctica que las historias sí que importan-, una crítica que se toma en serio su importancia no puede ser ignorada". Escribiendo para The New York Times Book Review en 1989, Anatole Broyard definía el libro como "casi indecentemente satisfactorio". El estilo retórico de Booth no convencía a todo el mundo, ya que algunos críticos lo consideraban rígido e incluso pretencioso. Pero la mayoría de críticos estaban encantados con sus memorias de 1999, For the Love of It (Universidad de Chicago), un relato muy personal sobre cómo aprendió a tocar el chelo de adulto. A medida que se desarrolla la historia de la pasión de Booth por la música de cámara, el libro se convierte en una exploración de la idea del amateurismo como forma de responsabilidad ética. Incluso su título, que invoca el significado original y positivo de amateur fue una elección retórica minuciosamente estudiada.

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