Tomares veta los 'adosados'
El nuevo PGOU del municipio impone las construcciones en altura
Una de las obsesiones de la alcaldesa de Tomares, Antonia Hierro (PSOE), es que sus vecinos se conozcan. Que hagan vida común y borren esa sensación de vivir en una ciudad fantasma a la que sólo se va a dormir. Los principales proyectos del equipo de gobierno de Hierro están marcados por una misma filosofía: crear puntos de encuentro que puedan atraer a los vecinos de las urbanizaciones. "Lo vamos consiguiendo", asegura la alcaldesa. "Antes se desplazaban a Sevilla hasta para tomar una cerveza. Hoy, cada vez hay más gente que sólo va a trabajar".
Tomares ha dejado atrás la etapa de explosión urbanística y demográfica en la que están inmersos otros pueblos del Aljarafe. Su desarrollo ha sido paulatino a lo largo de cuatro décadas: 2.800 habitantes en 1960; 3.780 en 1970; 5.700 en 1980; 13.226 en 1991; hasta llegar a los 19.000 de hoy. La delegada municipal de Urbanismo, Manuela Trujillo, natural de Tomares, recuerda cómo, a mediados de los sesenta, empezaron a abrir calles en medio de las haciendas de olivar. Así se crearon los primeros barrios al margen del casco antiguo y también las primeras urbanizaciones de chalés, que en su mayoría funcionaban como segunda residencia de sevillanos que iban a Tomares a pasar sus vacaciones. Más tarde, las grandes empresas constructoras pusieron sus ojos en las parcelas libres del municipio y las sembraron de barrios residenciales de alto poder adquisitivo.
Con una mayoría de vecinos jóvenes y rozando los 20.000 habitantes, el gobierno municipal cree que ya ha llegado la hora de consolidar la población. "No prevemos mucho más que el crecimiento vegetativo", explica la alcaldesa. La apuesta por las viviendas para clase media y alta ha elevado el precio del metro cuadrado hasta niveles muy parecidos a los de la capital (1.511 euros, según el último barómetro de Economía Urbana del Ayuntamiento de Sevilla) y los vecinos jóvenes encuentran problemas para comprar casa.
El nuevo PGOU acaba con la moda de los chalés, adosados y pareados. Las 4.000 viviendas que, como máximo, contempla el plan general se construirán en altura. "Son más asequibles, tienen menos impacto ambiental y, entre los vecinos, se establecen relaciones más cercanas", señala Hierro.
La expansión de Tomares dejó dos secuelas. Muchos jóvenes tuvieron que emigrar a otros pueblos en los que la vivienda era más barata. Asimismo, la proliferación de centros comerciales en las proximidades del pueblo ha dañado de forma directa al comercio tradicional, ubicado en el casco antiguo. De ahí que el PGOU, además de cuidar las construcciones nuevas, prevea un aumento de la edificabilidad en el centro, cuyo objetivo es que los vecinos de siempre se planteen remodelar su casa, construirse una de dos o tres plantas, y reunificar a sus familias dispersas por el área metropolitana.
Los mayores de Tomares reconocen que el pueblo es hoy más rico, pero les gustaba más antes. "Era un pueblo. Ahora es una urbanización de Sevilla", dice José Romero, que ayer al mediodía charlaba con un grupo de amigos en el bar del hogar del pensionista. A su lado, Manuel Castro, se define como una de las "honrosas excepciones" de vecinos de las urbanizaciones que sí se han integrado en el municipio. "Yo vengo a la tasca y hablo con todos. Pero la mayoría de mis vecinos no conoce el pueblo", asegura. "Hay más riqueza, pero a mí me parece ficticia. Antes había fábricas, huertos y olivares que daban empleo", señala José Romero.
Con todo, la alcaldesa sostiene que el pueblo está cada vez "más cohesionado". A ello han ayudado, según Hierro, los parques (en 1999 había uno; hoy, 15) y las actividades culturales. Los dos proyectos estrella del Ayuntamiento ahondan en la misma filosofía: una factoría de las artes, en la que se reúnan los vecinos con cualquier inquietud artística, desde pintura, a teatro, danza, música o cerámica; y una ciudad deportiva de 60.000 metros cuadrados con especial atención a los deportes de equipo.
A los equipamientos para los vecinos se sumará a partir de la próxima primavera, un atractivo único en la provincia: un gran casino de juego que situará Tomares en el mapa de un turismo singular y elitista. El complejo, con tres restaurantes y una sala de fiestas, creará 250 empleos directos y 500 indirectos. "Va a darle mucha vida al pueblo y nos va a dar a conocer fuera de la provincia", augura la alcaldesa.
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