"Las luces de Ain Chuater nos han salvado la vida"
Lo que salvó la vida a muchos de los subsaharianos deportados al desierto por Marruecos fueron las luces de la aldea de Ain Chuater. Durante las noches de los últimos días, algunos grupos consiguieron ver desde una colina cercana las luces de su alumbrado público, consiguiendo así por fin llegar a un lugar poblado donde poder beber y comer.
Pero ayer, el prefecto, la única autoridad del pueblo, dio órdenes de apagar las farolas, dejando únicamente una pequeña luz roja en lo alto de una antena de comunicaciones, según los inmigrantes. "Los policías querían que no hubiera luz para poder detenernos y devolvernos de nuevo al desierto y, de paso, impedir que viniera más gente", explica Aziz Al Hassan, de Ghana.
El ghanés asegura que ese mismo día les impidieron ir al pueblo a pedir comida o visitar la mezquita, y prohibieron a los vecinos ayudarles. "Querían devolvernos esa misma noche y que no encontráramos de nuevo el pueblo, pero nosotros nos fuimos de aquí, nos escondimos", añade.
Los vecinos fueron precisamente la única fuente de alimento y agua de los subsaharianos. Los que consiguieron mendigar algunos dirhams o pudieron conservar algo de dinero después de los robos o confiscaciones de las fuerzas marroquíes, compran grandes hogazas de pan que comen a bocados sentados junto a la carretera.
El resto sólo ha comido dátiles, un producto muy popular durante el Ramadán en los países musulmanes, y el agua que les proporcionaban los vecinos. "La policía nos trata muy mal, pero la gente de este lugar nos ha salvado la vida", dice Paul Akouet, de Malí.
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