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Reportaje:LOS PROBLEMAS DE LA SEQUÍA

Al campo se le escapa el agua a chorros

La mejora de los sistemas de transporte y riego permitiría ahorros de hasta el 40%

Casi 70 de cada 100 litros de agua que se consumen en España se destinan a regadíos en el sector agrario. Aunque ese porcentaje ha descendido en los últimos 25 años por la mayor demanda para consumo humano e industrial, es normal que cada vez que la sequía azota el país, cuando los pantanos empiezan a vaciarse y aumentan las voces de alarma y las restricciones en el consumo, muchas miradas se vuelvan hacia el campo. Ese momento ha llegado. El último año hidrológico, que terminó el 30 de septiembre, ha sido el más seco de los últimos 15 años y el Ministerio de Medio Ambiente ya ha calificado la actual sequía de "inédita" por su intensidad y crudeza. La Administración y los agricultores no hablan de despilfarro, pero reconocen la existencia de graves pérdidas de agua en los regadíos y la necesidad de buscar soluciones.

El consumo de agua para riegos en el sector agrario se eleva a algo más de 24.000 hectómetros cúbicos, de los cuales 6.300 corresponden a la cuenca del Ebro, 3.600 a la del Duero y otros 5.500 a las del Guadiana y Guadalquivir. Júcar y Segura, que viven una situación de sequía aguda, suman otros 5.000 hectómetros cúbicos. En condiciones pluviométricas normales, en España hay casi 800.000 hectáreas sobredotadas de agua, de un total de más de tres millones de hectáreas de regadío, mientras que 1,1 millones reciben mucha menos agua de la que necesitan.

El agua que riega los campos españoles no sólo está mal repartida, sino que además se malgasta. Según el Ministerio de Agricultura entre un 30% y un 40% de la empleada en los cultivos de regadío se pierde. Esto significa que si se corrigieran las deficiencias actuales, el sistema dispondría de 8.000 hectómetros cúbicos más, que podrían destinarse a las ciudades, para consumo humano o industrial.

Las principales pérdidas en el uso del agua para agricultura se producen en las redes de transporte y distribución en las propias parcelas y porque los sistemas que utilizan los agricultores son poco eficientes, señala el director general de Desarrollo Rural del Ministerio de Agricultura, Francisco Amarillo.

El reconocimiento de este problema en la Administración no es nuevo. Para limitar el mal uso del agua en las plantaciones, en 1996, cuando era ministro el socialista Luis Atienza, se aprobó el Plan Nacional de Regadíos. El objetivo prioritario de ese plan, que se prolongó durante los gobiernos del Partido Popular, era modernizar las infraestructuras existentes de 1,38 millones de hectáreas de cultivos.

Con este plan en la mano, se acometieron obras de modernización de los sistemas de transporte de agua que hasta la fecha han provocado un ahorro de 844 metros cúbicos y que para el año 2008 prevén un ahorro de casi 2.000 hectómetros cúbicos.

Junto a la mejora de las infraestructuras, desde la Administración se ha puesto en marcha también un plan de apoyo al sector agrario para modificar y lograr una mayor eficiencia en los sistemas de riego en cada parcela. Este plan se concreta en préstamos a bajo interés a pagar en 35 años.

Una hectárea de regadío de maíz con un sistema deficiente, como puede ser el riego a pie o por inundación, puede suponer la utilización de hasta 11.000 metros cúbicos por año, mientras sus necesidades netas con un sistema más eficaz podrían quedarse en sólo 6.000 metros cúbicos, casi la mitad.

La demanda media de agua para una hectárea de regadío se eleva a una media de 7.000 metros cúbicos, con un abanico que va desde los 8.800 metros cúbicos de los cultivos de Canarias hasta los 5.700 metros cúbicos que se utilizan en los de Cataluña. Estas diferencias se explican por los distintos tipos de cultivo de cada región y, sobre todo, por que los sistemas de transporte de agua y riego empleados no son los mismos.

Para el presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore), Andrés del Campo, los cambios en los sistemas de riegos para lograr un mayor ahorro de agua constituyen hoy uno de los principales retos del sector agrario. Sin embargo, Del Campo precisa que en muchas ocasiones el agricultor no puede asumir los costes que ello supone, más aún si se tiene en cuenta la escasa rentabilidad de algunas producciones.

A pesar de ese riesgo, en los últimos años se han producido avances discretos en la utilización de sistemas de riego más eficientes. Así, el riego por inundación, una técnica muy antigua y poco eficiente, suponía en 2002 el 40,2% de todos los riegos. Dos años más tarde había bajado hasta el 38,2%. Por contra, el riego localizado por goteo creció en el mismo periodo desde el 34% al 37% y el de aspersión, del 17,8% al 16,6%.

El embalse de María Cristina, en L'Alcora (Castellón), en una imagen tomada ayer.
El embalse de María Cristina, en L'Alcora (Castellón), en una imagen tomada ayer.

El motor de la agricultura

Los 3,4 millones de hectáreas de regadío de España suponen aproximadamente el 14% de la superficie agraria útil, pero generan casi el 60% del valor de la producción agrícola y del empleo en el campo. Una hectárea de regadío multiplica de media por seis los rendimientos de una de secano e impulsa una mayor actividad económica indirecta.

De acuerdo con estos datos, el agua es uno de los ejes de la actividad agraria tanto para la oferta de productos en el mercado interior como para las exportaciones y, sobre todo, para la fijación de población en el campo.

De la disponibilidad del agua depende también el cultivo de unas 60.000 hectáreas de invernaderos, cuyas exportaciones suponen más de 7.000 millones de euros.

En los últimos años, el regadío se ha incorporado con fuerza a otras producciones como el viñedo, donde ya se riegan por goteo casi 300.000 hectáreas, o el olivar -500.000 hectáreas, también por riego localizado-, lo que ha supuesto multiplicar los rendimientos.

Con la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) por parte de la Unión Europea, que significa la apertura de fronteras, la reducción de ayudas al campo y una mayor presión sobre los precios, el sector agrario tiene la necesidad de ajustar sus costes de producción y lograr una mayor eficiencia en el uso del agua para poder competir en los mercados internacionales. La sustitución de algunas produccciones actuales por otras bioenergéticas constituye una posibilidad a tener en cuenta.

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