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Columna
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El certificado

Manuel Rivas

Francisco Redondo, de El Valle, en El Bierzo, cayó abatido a tiros en 1948 víctima de los agentes que lo custodiaban en lo que se suponía que iba a ser un traslado de prisión; sin embargo, el certificado de defunción no hablaba de disparos y atribuía la muerte a una hemorragia interna. Lo de "hemorragia interna", tan recurrido, puede tomarse como terrible eufemismo de lo que Paul Preston ha llamado el "holocausto español". Cuando mataron a Francisco de esa forma, habían pasado ya nueve años del remate oficial de la contienda. Hay datos básicos que siempre obvian los abrutados revisionistas que pretenden endulzar el fascismo autóctono. La guerra no terminó con la guerra. Hubo una "causa general" contra los republicanos y, de hecho, España vivió en un estado de excepción permanente hasta el fin de la dictadura. Pero volvamos al caso Redondo. Ocurre algo especial. Josefa, su mujer, está encarcelada en el mismo lugar, en Bembibre, después de hacerle andar ocho kilómetros con su bebé en brazos. En casa quedan otros tres hijos pequeños. Tras las rejas, mientras amamanta a la cría, ve que se llevan a su marido. Llueve. "¿Por qué no tiene el abrigo puesto?". El silencio de los guardianes es la más clara de las respuestas posibles. Josefa todavía pasará meses en prisión. Pero no se desmorona. Tan pronto puede, emigra con la prole a Francia. Luego, tras la hija mayor, Anuncia, a Estados Unidos. Allí nace Christina M. Hardt. Con el tiempo llegará a trabajar para The New York Times y varias cadenas de televisión, pero ya de niña la nieta americana de Josefa hacía muchas preguntas. Le intriga el silencio sobre el abuelo. Un día, cuando Christina cumple los 17 años, la yaya le cuenta el secreto de familia. Lo que más indigna a aquella adolescente es el certificado. Y tiene razón. El certificado, como los historiadores mendaces, le roba la muerte a los muertos. La muchacha destinará sus ahorros para una cámara. Asisto ahora a una proyección de Muerte en El Valle, de Christina M. Hardt, organizada por el Ateneo Republicano coruñés. Es la primera vez que este filme documental, terminado en 1996, coproducido y emitido por la británica Channel Four, se puede ver en público en España. Allí están Josefa y Christina. La abuela y la nieta han vencido al certificado de defunción.

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