Un cuerno
A mí no me gusta lo que se ha hecho con el nombre de patria, nación, tierra, país; tenía unas nociones considerables antes de la guerra civil y cuando los otros -los que siempre serán los otros, y lo son hoy- se apropiaron de todos esos nombres y nos los prohibieron: éramos la antiespaña. Yo lo acepté bien y, en cuanto pude, me largué de aquí. Comprendí muy bien que había perdido mi patria, o nación o cosa: yo viví en algo que fue arrasado y carente de sentido. Los españoles eran ellos, por la gracia de Dios, y yo traté de sobrevivir. Hice lo que pude para no morir; hice lo que pude para que cayese ese régimen y quizá algo más serio: con otros miles de calificados como antiespañoles trabajábamos en la caída de ese régimen de españoles españolistas, de nacionalistas nacionales.
Quizá no consiguiéramos nada inmediato; pero cuando a la muerte de Franco y la sucesión del rey que él impuso comenzaron a sentirse aires nuevos, a hacerse películas y libros, a salir gente de la cárcel larga, a respirar algo, se debía en una parte a nosotros. A la otra tradición: la del país libre. Es lógico que los que ahora vemos resurgir batallas por el nombre de nación, sobre si es real o no o qué significa, encontramos a los gramáticos pardos -o azules- de aquella vez. Cuando hablan -el militar- de las glorias de España como algo que mantener, pienso que hablamos de distintas glorias. Y en todo caso me parece excesiva la palabra gloria; y así entro en la semántica en la que vivimos, aunque me parece innecesaria la definición y el catálogo de lo que son las glorias.
Tengo una respuesta interna, que ahora exteriorizo en un par de líneas, para cuando me emplazan ante esas cosas: un cuerno. Las están utilizando algunos como las troquelaron en 1936, sobre los cadáveres y los lutos y el miedo. Lo que no veo ahora es la necesidad de discutir el verdadero significado de nación ante Cataluña. Será un sentimiento íntimo, o no. Lo que sí veo es que otra vez los mismos condecorados y salvadores vuelven a emplear lo de antiespaña, y a predicar que, si no la salvan otra vez, será una antiespaña. Y un cuerno. A mí no me salvan otra vez: yo veré lo que hago. Pero la primera salvación de mi vida me costó cara, y aún me siguen disparando desde sus trincheras. Un cuerno, un cuerno.
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