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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La pintura viviseccionada

Una de las corrientes internacionales que se impone hoy en la pintura procede de esa línea pop, que la convirtió en un objeto o, para ser más precisos a costa de la gramática, la "objetualizó". De aquella fragmentación, a modo de collage, se fue pasando a una cada vez mayor vivisección analítica, con el resultado del patchwork actual, donde, con cierto satinado como de pantalla de cuarzo, se escuadra un conglomerado de piezas calidoscópicas, que tiene algo de estratigrafía de iridiscentes reflejos o de vistoso embutido de piedras duras. No es, sin embargo, ni un mosaico, ni un puzle, por su planitud y porque las piezas no son homogéneas ni en la forma, ni en el tamaño, ni en la intención decorativa, pues en este rebullente alambique pictórico flota alguna partícula figurativa.

FERNANDO MASTRETTA

'Eyeless in Yuba'

Galería Heinrich Ehrhardt

San Lorenzo, 11. Madrid

Hasta el 31 de octubre

ABRAHAM LACALLE

'Maldito iceberg'

Galería Marlborough

Orfila, 5. Madrid

Hasta el 15 de octubre

Cultivada históricamente esta corriente en nuestro país por pintores, como Gordillo o Giralt, es lógico que tenga buena acogida entre artistas de las generaciones más recientes. Tales son los casos de Fernando Mastretta (Barcelona, 1961) y Abraham Lacalle (Almería, 1962), los cuales son dos virtuosos de esta técnica, aunque su personal talante sea diferente. Mastretta es, por ejemplo, un pintor dotado de un gran refinamiento lírico y buen conocedor del expresionismo abstracto, al que la mirada analítica le sirve para construir paisajes, que compone rehaciéndolos de una forma pictóricamente nueva. Cuando se piensa de esta manera cubista el paisaje, no hay, por supuesto, un punto de vista privilegiado, tejiéndose los planos y los colores como una alfombra. El resultado de este proceso no es, por tanto, una representación, sino la reconstrucción de una fragancia, cuyo ensimismado pictoricismo no pierde la palpitación orgánica, ni un hondo sentido romántico, lo que convierte los cuadros de Mastretta en un acontecimiento emocional, en el escalofrío que produce la mezcla entre lo frío y lo cálido.

Más monumental, áspero e

irónico,

Lacalle le da también importancia a lo dibujístico, cuyas filamentosas descargas dan una mayor agitación nerviosa a su caótico entramado. Su visión es más urbana y desenfadada, cultivando la superposición de retículas e iconos, que dan a la animada superficie de sus cuadros una sensación de espejismo pictórico. Mientras Mastretta se concentra, Lacalle se expande, de manera que el espacio del primero se compacta y endurece, mientras que el del segundo flota y se deshilvana. Son dos formas de interpretación muy estimulantes de un mismo patrón pictórico, que se tensa y se contorsiona, porque no quiere perder de vista la acidez de la realidad.

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