Apocalypse now
El domingo dijo el Papa: "Dios no fracasa", y, sin embargo, a esa hora estaban en España los cines llenos para ver la película de Santiago Segura; ha recaudado siete millones de euros en el fin de semana, lo que nunca había conseguido nadie. No fracasa Dios ni Santiago Segura: cada uno en su terreno. Uno de los inmigrantes que saltaron a Melilla y que a esa misma hora estaban preparándose para el amanecer se ha convertido al catolicismo. Trescientos o cuatrocientos pasaron, algunos están heridos, otros no se sabe dónde están, y otros trescientos cayeron en el lado de Marruecos. No les abandona Dios, decía el papa Benedicto XVI, son ellos, o nosotros, los que les hemos abandonado. Alguien no está cumpliendo. Le oían advertir del apocalipsis personajes de aquí, los que nos habrían de ayudar: el prelado del Opus (Javier Echevarría), el del Camino Neocatecumenal, o kikos (Kiko Argüello, seglar), y el de Comunión y Liberación (Julio Carrón, presbítero). Volverán aquí estos sinodales y nos ampliarán la palabra del Papa, que es muy interesante puesto que significa que la continuación de Juan Pablo II, llamado El Grande, está asegurada. Probablemente Ratzinger era ya una gran parte de Juan Pablo II, que bebía de su teología. Era el prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos: la Inquisición, decían mis antepasados, y corrían por los pasadizos que habían abierto en el subsuelo de Madrid, y que se han convertido ahora en restaurantes.
El problema real es éste: no ha cambiado nada. Clamar al apocalipsis, y contar a Isaías, es un poco lo de siempre. Somos los jabalíes -dijo de nosotros- los que devastamos las viñas; y el Evangelio del día era el de las bodas de Canaán, donde Jesús creó del agua el vino que faltaba: y algunos dicen ahora que las bodas eran las de Jesús con María Magdalena, y no sé si esa ¿herejía? tendrá todavía algún interés cuando en realidad estamos esperando el apocalipsis. Algunos creyeron que ya estaba aquí, en Vietnam -Apocalypse nov-; y los que huyen de África apocalíptica para venir a salvarse, cielos, en España. En realidad el apocalipsis es algo de cada uno. De cada jabalí que arrasa las vides.
Van a pasar allí los padres sinodales tres semanas: temo su regreso a España, donde "se proscribe a Dios de la vida pública". Supongo que una solución antiapocalipsis es echar a Zapatero y traer a Rajoy: un santo varón.
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