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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La clase política

La clase política ha dilapidado la democracia creando un sistema embaucador que le permite engañar al pueblo. El político se cree dueño del poder, y ejerce su potestad delegada con tanta autonomía que el derecho a la representación es una caricatura. Esto provoca el desencanto del ciudadano que, a los pocos meses de las elecciones, siente que no es dueño ni siquiera de sus propias decisiones.

La política nació para servir y se ha convertido en un medio de vida, de buenas costumbres. La clase política ha perdido el contacto con la realidad y este hecho marca la gran distancia que le separa de la ciudadanía. El político debe acercarse al pueblo de tú a tú y no con tanta desigualdad.

Yo, como contribuyente, no les he autorizado a llevar coches de altísima cilindrada, ya que se puede hacer el mismo trabajo con vehículos menos ostentosos, no los he autorizado a ir rodeados de séquitos inexpugnables, a rondar a bombo y platillo los mejores hoteles, a disfrutar continuamente de las mejores bebedizas y viandas de la geografía andaluza, y todo ello con cargo a los presupuestos andaluces.

Los rectores públicos están muy lejos de nosotros por sus actitudes y sus hábitos, se acomodan ostensiblemente, disfrutan de privilegios, muchos de ellos impensables por la ciudadanía. El Parlamento de Andalucía tiene una de las más y mejores bibliotecas que jamás haya visto, pero resulta del todo innecesaria, con ese dinero se pueden crear en Andalucía 10 bibliotecas públicas para uso y disfrute del pueblo. El Palacio de San Telmo, ya de por sí ostentoso, no precisa primorosamente de tal remodelación cuando hay aulas prefabricadas para alumnos andaluces. Las consejerías de la Junta de Andalucía despilfarran medios de forma alarmante en sus inmuebles cuando con esa fortuna se podría crear empleo o subir los sueldos de sus empleados, y así sucesivamente. Al político habría que formarlo antes de serlo, habría de pasar un filtro de responsabilidad y conciencia para con lo público, porque muchos de ellos confunden la línea que separa el bien público del privado, ya sea por uso o por abuso.

Los magníficos, excelentísimos, ilustrísima señorías no son más que una prueba palpable de la distancia que separa a la política de la realidad social. Para trabajar por las clases sobran estas actitudes clasistas.

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