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Reportaje:

La ley de los 'barras bravas'

Rivarola, técnico del Racing argentino, se va del equipo tras una visita al entrenamiento de un grupo de ultras que le exigieron la dimisión

Jorge Marirrodriga

El protagonismo de los ultras en el fútbol ha tomado un dramático giro en Argentina tras conocerse dos decisiones polémicas vinculadas directamente con la violencia de estos grupos. El pasado domingo, Guillermo Rivarola, entrenador del Racing de Avellaneda, se encontraba en el hotel de concentración del equipo situado en el centro de Buenos Aires. Su equipo acababa de perder contra Boca Juniors por 2-0, lo que le situaba en el 10º lugar de la tabla. Al día siguiente Rivarola comunicaba su dimisión motivada por los malos resultados... y por la visita de un grupo de barras bravas que le exigieron sin rodeos que abandonara el banquillo. "Uno tiene hijos y familia", destacó Rivarola mientras reconocía que había sido amenazado.

"Uno tiene mujer e hijos", destacó el entrenador, reconociendo que había sido amenazado

El mismo día en que él dejaba el banquillo de Racing, varios ultras de Boca celebraban en un bar cercano a los tribunales de Buenos Aires la sentencia emitida contra doce de ellos, acusados de coacción agravada por el uso de armas. Armados de cuchillos, palos y piedras propinaron una monumental paliza a los hinchas de un equipo de Segunda división durante un amistoso disputado en marzo de 1999, provocando 14 heridos. La sentencia, que no es firme, condena a cuatro años y medio de cárcel a tres de los acusados y prohíbe a todos acudir a un campo de fútbol durante tres años. Pero al no ser firme, nadie irá a prisión y podrán seguir asistiendo a los partidos.

"Acá, en Argentina nadie puede ir a la cárcel por una pelea", declaró Di Zeo, el líder de los radicales de Boca, festejando el fallo junto a sus compañeros. La noticia ha causado conmoción en un país donde los incidentes violentos se producen todos los domingos y donde en numerosas ocasiones los jugadores son víctimas de las agresiones de sus presuntos seguidores no sólo en el terreno de juego sino también durante los entrenamientos o en hoteles de concentración. De hecho, la prensa deportiva señaló que los ultras de Racing habían pedido al entrenador una "colaboración" para dejar de exigir su dimisión. El técnico no cedió al chantaje y decidió marcharse a su casa.

Uno de los casos más espectaculares se produjo el pasado mayo, cuando durante un partido de Segunda entre el Chacarita y el CAI los ultras invadieron el campo y apalearon, desnudaron y robaron a los jugadores, incluyendo a los que estaban en el banquillo. El pasado agosto el presidente del Lanús, Alejandro Marón, denunció que era amenazado por los ultras porque no les ofrecía entradas. La guinda la han puesto las imágenes de los sentenciados coreados por sus compañeros de Boca celebrando su condena. El diario La Nación ha tachado directamente de "impunidad" lo sucedido y ha señalado a los "cómplices en las tribunas" de una situación que ha generado que los argentinos sean "adoradores de los que incurren en la transgresión".

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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