Desconfianza de raíz política y económica
Como tantas veces en la política de Irlanda del Norte, todo es cuestión de confianza. Aunque, como siempre también, detrás de esos problemas se esconden los intereses tácticos de todas las partes. La fría acogida de los unionistas al desarme se explica, en buena parte, en que la desconfianza en el mismo proceso de paz se ha ido apoderando de la comunidad protestante desde la firma de los acuerdos de Viernes Santo de 1998.
Una desconfianza que tiene raíces económicas y políticas. Económicas porque los unionistas, que antaño eran los privilegiados del Ulster, han perdido posiciones a medida que la sociedad se ha hecho más igualitaria y los católicos han mejorando su nivel educativo y laboral. Esto coincide con la entrada en crisis de las fuentes tradicionales del empleo unionista, como los astilleros. Los barrios marginales del unionismo son probablemente más pobres hoy que hace 10 o 15 años y ven en el proceso de paz una fuente de agravios frente a los católicos.
Hay también factores políticos, como las diversas crisis que permiten al unionismo poner en duda la buena voluntad del IRA: desde la detención de tres republicanos en territorio de la guerrilla colombiana al espionaje político en el Parlamento de Stormont o el robo del Northern Bank estas navidades.
Todos estos elementos llenan de argumentos las baterías antirrepublicanas de Ian Paisley y le legitiman ante sus votantes para rechazar el desarme del IRA si éste no se produce según sus condiciones, que lo equipararían a una rendición y seguramente lo harían imposible. Pero, como afirmaba ayer un editorial del diario The Times -que advierte a Paisley que tendrá que aceptar la realidad desarme-, sus objeciones "no son creíbles. (...) Hay dudas sobre si se han destruido todas las balas y el IRA es lo bastante rico como para comprar una reserva si quiere. Pero ocurriría lo mismo si el proceso se hubiera fotografiado o si Paisley hubiera actuado de testigo. El unionismo perderá crédito si no reacciona racionalmente".
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