Cucarachas y basura
Si una sociedad no tiene mecanismos y estructuras adecuadas para subsanar, paliar y corregir desigualdades y arbitrariedades económicas, culturales, formativas, asistenciales... irremediablemente van a generarse todo tipo de climas de violencia y degradación.
La vida diaria en todas las ciudades de España, ha empeorado de manera alarmante y triste en los últimos años, pues las personas no necesitamos para vivir estar rodeados de grandes construcciones faraónicas y monstruosas; tampoco precisamos de yates de lujo; simplemente anhelamos y necesitamos servicios públicos de calidad y representantes que dejen de hablar en chino, que dejen de prometernos el paraíso, que dejen de tomarnos el pelo...
Según todos los informes emitidos por la ONU y otras organizaciones de reconocido prestigio y solvencia, España pierde puestos en relación a calidad de vida y desarrollo, encabezando en Europa el primer puesto en precariedad laboral, económica, asistencial, sanitaria, educativa, económica...
Pero seamos optimistas: las cosas pueden ir a peor, pues la supuesta bonanza que algunos disfrutan ahora, puede empeorar cuando termine el pelotazo urbanístico que algunos indeseables han forjado. Millones de viviendas desocupadas hay en España... ¿Qué va a pasar cuándo se sature el mercado y desaparezca por completo el ya precario entramado industrial?
¿Y las tasas de precariedad laboral, indigencia, marginación y soledad que aumenta de forma alarmante día a día?
¿Dónde demonios están las promesas electorales de Zapatero para paliar las crónicas e imparables indecencias y atropellos económicos, urbanísticos, ambientales, sociales, educativos... que el actual neoliberalismo salvaje crea en la cada vez más lacerada España?
Mientras tanto, las ratas, las cucarachas y la basura siguen siendo las reinas exclusivas e indiscutibles de Valencia, a pesar de la ingente y desbordante propaganda, a pesar de las permanentes y obscenas mentiras institucionales. A pesar de todo, seguiremos sonriendo y caminando por nuestros paisajes interiores, esos que no pueden ser mancillados ni borrados por la brutal y arrogante locura de aquellos que dicen ser nuestros representantes y que se han olvidado de que las personas sentimos, que somos de carne y hueso...