Madrid-Bombay
VICENTE MOLINA FOIX
Ya sé que la canción famosa de Mecano hablaba de otro eje más exótico y mejor rimado, Hawai-Bombay. Tampoco este artículo versa sobre el grupo pop, y menos sobre el musical de Nacho Cano que ha puesto en movimiento un potente mecanismo nostálgico. Yo estaba pensando más bien en aquella célebre serie de grandes exposiciones parisienses con las que el Centro Pompidou marcó sus inicios en el último tercio del siglo recién pasado; ideadas y comisariadas por el director del museo, Pontus Hulten, París-New York, París-Berlín, París-Moscú, y finalmente (en 1981), París-París, fueron un brillante y a veces dudoso intento de reescribir la historia del arte de la primera mitad del siglo XX colocando a la capital francesa en el ojo del huracán que sacudió con diversos movimientos ísmicos el territorio de las artes plásticas. Ni siquiera siendo generosos o descaradamente chovinistas se podría hacer una operación semejante con Madrid, ciudad tradicionalmente ajena, salvo en casos aislados y excepcionales, al agitado intercourse de las vanguardias históricas. Aun así, me gustaría ir espigando en las próximas semanas, sin aprovechar la columna para subirme a la parra, algunas conexiones madrileñas con el ancho mundo de sus antípodas.
¿Cuántos de ustedes saben que cuando el próximo día 29 empiece en el Círculo de Bellas Artes el Festival Asia- Madrid se tratará de la cuarta edición del acontecimiento? Yo, que me tengo por asiático amateur, lo ignoraba, aunque es cierto que recuerdo haber asistido a un buen concierto de tabla y a una memorable representación de danza kathakali en los locales del Círculo. También he leído en alguna parte que va a abrirse en Madrid un equivalente a lo que ya existe en Barcelona, la Casa Asia, una institución patrocinada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y en la que, por cierto, se puede ver actualmente una espléndida exposición de pinturas, dibujos y cuadernos de Marta Cárdenas inspirados en motivos japoneses e indios. En Madrid, el edificio elegido como sede para esta Casa Oriente, así creo que va a llamarse, es el de las antiguas Escuelas Aguirre, ese bonito espolón neomudéjar enclavado junto al Retiro, en la confluencia de Alcalá y O'Donnell, frente por frente al bien dotado caballo de Espartero.
Leo el programa de este cuarto Festival Asia-Madrid y no sé por dónde cogerlo, de lo amplio y variado que es. La tentación sería dejarme llevar por mis ignorancias, que son gigantescas en lo referido a la cultura uzbequistana, japonesa y malaya, todas representadas en el festival con muestras de artesanía, música vocal y representación escénica. Dicen los organizadores que el plato fuerte viene de Irán, y se trata de una versión en persa del Quijote, que viste con la ropa tradicional de allí al hidalgo de aquí, en una peculiar puesta en escena de forma circular. Hemos comido mucho duelo y quebranto cervantino esta temporada, y creo que ni siquiera el reclamo de las hierbas orientales va a abrirme el apetito.
Hablando de especias. India. De ese país inabarcable en su fascinación no sólo me gusta a rabiar la cocina (que sigue creciendo en Madrid; ahora ya tengo hasta un restaurante indio de barrio, el excelente Tandoori Station). Como en las grandes pasiones, de la India me enamoran también sus lunares. He estado leyendo, en espera del festival, el muy recomendable libro de Eugenia Rico En el país de las vacas sin ojos (MR Ediciones), apasionado relato en clave personal y política de un largo viaje que lleva a su autora desde la turbulencia bélica de Cachemira hasta la placidez acuática de Kerala, el bellísimo Estado del sur donde el comunismo ostenta democráticamente (desde hace décadas) el poder civil y el catolicismo impone su reinado absoluto sobre las almas. Como buena observadora, a Eugenia le llamó la atención la satinada piel de los actores de Bollywood, el megacentro de producción de esos melodramas musicales en que, escribe Rico, "los personajes parecen sufrir de alguna enfermedad del hígado, debido a la costumbre de sobreexponer el material filmado para que los actores parezcan más blancos". Bombay es la capital de Bollywood, y en Madrid se verá una exposición fotográfica, ésta sin trucos, del making of de un cine que, con su demasía y su colorido chillón, también representa a la callada India de los ascetas vestidos de pañales.
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