Rosa Regàs clama por una Mercè tolerante y cívica
La escritora denuncia la "especulación destructora" que amenaza la librería Catalònia
Una Barcelona cívica y tolerante, que se quiera y quiera a los demás, a todos los que están en ella de paso, a los que acaban de llegar para intentar salir adelante, porque una cosa no tiene que estar reñida con la otra en una ciudad con la historia y el carácter de Barcelona, vino a decir la escritora Rosa Regàs, pregonera este año de las fiestas de la Mercè. Con la mirada vuelta a sus vivencias, recuerdos y sensaciones, muy especialmente a la Barcelona de la década de los sesenta -"años apasionados", resumió con nostalgia-, Regàs hizo varias peticiones a "un hada", como en los cuentos, si existiera en el cielo barcelonés. Sus deseos, aunque expresados con tacto, dejaban clara cierta crítica y preocupación por el devenir de la ciudad.
Una de las peticiones al "hada" del cielo barcelonés fue muy acorde con el lema y la cuestión que centra el debate de la ciudad en los últimos meses: el civismo: "Que seamos capaces de entender que la libertad de un individuo, de un grupo, acaba donde empieza la libertad y el bienestar de la comunidad". La escritora y directora de la Biblioteca Nacional, afincada en Madrid desde hace años, pidió al "hada" que la ciudad encuentre la forma de hacerse respetar "por los que viven y por los que vienen" para que las calles de Barcelona recuperen la limpieza y seguridad, "que cada vez parecen más deterioradas".
También dirigió otro deseo a los políticos: que recuperen el talante que siempre habían tenido y que pierdan la "beligerancia forzada", que emplean como si la oposición sólo se pudiera basar en el "menosprecio y la descalificación"."Me deja perpleja y triste que estemos tan obsesionados por la lengua como si fuera el único elemento de la identidad del país mientras nos dedicamos sistemáticamente a destruir palmo a palmo la cultura y la memoria histórica", reflexionó Regàs cuando lanzó otro deseo al hada del cuento: que Barcelona no pierda la libreria Catalònia -que ha denunciado ser víctima de mobbing por la inmobiliaria que construye una veintena de viviendas encima de sus locales- "como tantas otras" que fueron utilizadas por generaciones de barceloneses y que cayeron -y caen- víctimas de la "especulación más destructora". "Más libros, más libres", reivindicó. Y también pidió a los ciudadanos de Barcelona que "reaccionen" ante el problema de la pobreza en el mundo.
Fue en esas peticiones donde la escritora utilizó su tono y sus maneras más enérgicas. Muy distinta fue la evocación de sus recuerdos y de su forma de entender la ciudad. Recordó, por ejemplo, cómo le explicaron cuando era niña qué eran los dos edificios de la plaza de Sant Jaume: "Mi tía Maria me dijo que uno era el Ayuntamiento y que otro era la Generalitat, y bajaba la voz al decirlo". Había pasado la Guerra Civil y Regàs había regresado del exilio en Francia con su familia "gracias a los buenos oficios" de su abuelo, "que, como tantos otros, había establecido buenísimas relaciones con los franquistas".
"Aquella Barcelona, lejos del mar todavía, era triste y sucia", continuó. Regàs desgranó parte de su vida en el pregón como hilo conductor de la evolución de la ciudad: los tiempos de la Universidad, que le descubrieron "otras Barcelonas". "A mí los años sesenta me parecieron enriquecedores", resumió.
Fue un época de escritores, diseñadores, fotógrafos, cineastas y poetas que tenían en común el antifranquismo "visceral y el amor a la profesión". No dejó de citar a algunos de los nombres más representativos de aquel movimiento: Carlos Barral y Víctor Seix, directores de Seix Barral; Joan Roselló, creador de la sala Jamboree, en la plaza Reial; los integrantes de la nova cançó y su hermano, Oriol Regàs, promotor de Bocaccio, uno de los locales de encuentro y diversión más famosos de los años sesenta.
Oriol Regàs asistió ayer a la lectura del pregón en el Saló de Cent, como buena parte de la numerosa familia de la escritora Rosa Regàs, cuya vida es ahora objeto de una serie televisiva: Abuela de verano. Ayer sus nietos de verdad, no los de ficción, fueron los primeros que corrieron a felicitarla al término del acto de apertura de las fiestas.
Regàs reivindicó que Barcelona siga mostrando una de sus facetas más características, la de ser una ciudad abierta, ciudad de diversidad. "Barcelona es de los que huían de los fascistas franquistas, de los murcianos, de andaluces, extremeños y castellanos que llegaron en los años cuarenta, cincuenta y sesenta para ayudarnos a hacernos más industriosos. Y también de los marroquíes, ecuatorianos y peruanos que han dejado atrás sus países buscando el trabajo que muchos de nosotros en siglos y décadas anteriores buscamos en Cuba o América", dijo.
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