_
_
_
_
Reportaje:

De Portbou a Roma, andando

Dos jóvenes cuentan su viaje a pie y lleno de sorpresas hasta la capital italiana

Clara Blanchar

Este verano Alberto Sánchez y Xavi Río han ido de vacaciones a Roma. Andando. Ocho quilos en la mochila, 1.400 kilómetros y 45 días. Salieron de Barcelona y viajaron en tren hasta Portbou. Allí, pidieron un mapa turístico y se pusieron a caminar. "Pim, pam", resume Xavi, de 21 años, uno menos que su compañero. ¿No tenían la ruta preparada? "No, lo único que sabíamos es que queríamos llegar a Roma", afirma como si fuera lo más normal. Caminaron una media de siete horas diarias, casi siempre por carreteras "comarcales o interdepartamentales".

"Nos gustaba la idea de tener un reto personal, la sensación de aventura, de que todo es nuevo y que te puede ocurrir cualquier cosa", prosigue Alberto con el relato de la peripecia. Oyéndoles queda bien claro que, a pesar de la dureza del asfalto, el calor, el cansancio, los mosquitos y las ampollas -"incontables"- se lo han pasado bomba.

"Cada día era una sorpresa". ¿Cómo qué? "Pues conocer cada día a gente nueva o llegar de noche hechos polvo por una carretera a un pueblo donde hay un bar abierto que resulta que es un centro de acogida de peregrinos, y donde hay una ducha, comida y un buen sitio donde dormir", apunta Xavi. Este milagro, sin embargo, sólo ocurrió una decena de veces. El resto, dormían en la calle. Casi siempre en la puerta de alguna iglesia o catedral. Porque "da una sensación como de seguridad", explican. También durmieron en playas, parques y tres noches, cuando ya no aguantaban más sin asearse, en cámpings.

Detrás de la aventura de estos dos amigos de estudios no hay ninguna promesa, ni una apuesta. Ni motivos religiosos. Eligieron Roma "porque es la capital de donde viene todo". Y porque era un trayecto más largo que el Camino de Santiago, que hicieron el año pasado. De hecho, las travesías a pie es algo que Alberto y Xavi hacen habitualmente durante el año. Les gusta salir a la montaña.

Quizá lo único que cambiarían si tuvieran que repetir es la ruta. Caminar por asfalto es terrible: por el terreno, por los coches... Les ofrecieron un montón de veces montar en vehículos. Pero, tozudos aunque destrozados, siempre decían que no. "Es que vamos andando", argumentaban. Eso sí, quieren que quede bien claro "que por carretera también se pueden ver paisajes preciosos". Como los de la región de la Liguria, uno de los que más huella ha dejado en su recuerdo.

En su relato apenas hay momentos malos. "Es que cuando llegas hasta lo malo lo encuentras bueno", dice Xavi. Como cuando a alguien le pasaba por la cabeza abandonar. "No dices nada por el otro. Y el otro lo nota, pero le toca tirar del carro", apunta. Y así hasta Roma. Los dos estudiantes rememoran lo que hicieron cuando por fin pisaron la plaza de San Pedro: "Nos apalancamos hasta que nos echó la policía". Estuvieron tres días en la ciudad, pero con apenas fuerzas para visitarla. Tal y como estaba previsto, regresaron en avión.

Alberto y Xavi están a punto de retomar sus clases. Informática y Filosofía, respectivamente. También trabajan. De lo que salga. "De reponedores, mozo de almacén, auxiliar administrativo", enumeran. Viven con sus padres y tienen por delante un año entero para decidir el próximo destino. San Petersburgo y Jerusalén están en sus mentes.Este verano Alberto Sánchez y Xavi Río han ido de vacaciones a Roma. Andando. Ocho quilos en la mochila, 1.400 kilómetros y 45 días. Salieron de Barcelona y viajaron en tren hasta Portbou. Allí, pidieron un mapa turístico y se pusieron a caminar. "Pim, pam", resume Xavi, de 21 años, uno menos que su compañero. ¿No tenían la ruta preparada? "No, lo único que sabíamos es que queríamos llegar a Roma", afirma como si fuera lo más normal. Caminaron una media de siete horas diarias, casi siempre por carreteras "comarcales o interdepartamentales".

"Nos gustaba la idea de tener un reto personal, la sensación de aventura, de que todo es nuevo y que te puede ocurrir cualquier cosa", prosigue Alberto con el relato de la peripecia. Oyéndoles queda bien claro que, a pesar de la dureza del asfalto, el calor, el cansancio, los mosquitos y las ampollas -"incontables"- se lo han pasado bomba.

"Cada día era una sorpresa". ¿Cómo qué? "Pues conocer cada día a gente nueva o llegar de noche hechos polvo por una carretera a un pueblo donde hay un bar abierto que resulta que es un centro de acogida de peregrinos, y donde hay una ducha, comida y un buen sitio donde dormir", apunta Xavi. Este milagro, sin embargo, sólo ocurrió una decena de veces. El resto, dormían en la calle. Casi siempre en la puerta de alguna iglesia o catedral. Porque "da una sensación como de seguridad", explican. También durmieron en playas, parques y tres noches, cuando ya no aguantaban más sin asearse, en cámpings.

Detrás de la aventura de estos dos amigos de estudios no hay ninguna promesa, ni una apuesta. Ni motivos religiosos. Eligieron Roma "porque es la capital de donde viene todo". Y porque era un trayecto más largo que el Camino de Santiago, que hicieron el año pasado. De hecho, las travesías a pie es algo que Alberto y Xavi hacen habitualmente durante el año. Les gusta salir a la montaña.

Quizá lo único que cambiarían si tuvieran que repetir es la ruta. Caminar por asfalto es terrible: por el terreno, por los coches... Les ofrecieron un montón de veces montar en vehículos. Pero, tozudos aunque destrozados, siempre decían que no. "Es que vamos andando", argumentaban. Eso sí, quieren que quede bien claro "que por carretera también se pueden ver paisajes preciosos". Como los de la región de la Liguria, uno de los que más huella ha dejado en su recuerdo.

En su relato apenas hay momentos malos. "Es que cuando llegas hasta lo malo lo encuentras bueno", dice Xavi. Como cuando a alguien le pasaba por la cabeza abandonar. "No dices nada por el otro. Y el otro lo nota, pero le toca tirar del carro", apunta. Y así hasta Roma. Los dos estudiantes rememoran lo que hicieron cuando por fin pisaron la plaza de San Pedro: "Nos apalancamos hasta que nos echó la policía". Estuvieron tres días en la ciudad, pero con apenas fuerzas para visitarla. Tal y como estaba previsto, regresaron en avión.

Alberto y Xavi están a punto de retomar sus clases. Informática y Filosofía, respectivamente. También trabajan. De lo que salga. "De reponedores, mozo de almacén, auxiliar administrativo", enumeran. Viven con sus padres y tienen por delante un año entero para decidir el próximo destino. San Petersburgo y Jerusalén están en sus mentes.Alberto Sánchez (izquierda) y Xavi Río. / JOAN SÀNCHEZ.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_