"Estudié diseño por equivocación"
Pregunta. Usted no es un diseñador a secas...
Respuesta. Trato de diversificar al máximo mi creatividad. A menudo, los trabajos que realizamos, por los límites que impone el propio encargo, no permiten el desarrollo de todo el potencial, por lo que es necesario recurrir al autoencargo, donde la libertad de creación es absoluta. Se invierte el proceso, hay mayor libertad y el cliente surge después. El mundo del diseño tiende hacia ahí.
P. ¿Qué le llevó hasta el diseño?
R. La necesidad de inventar de la que hablaba Alexandre Cirici. Estudié diseño por equivocación. Me equivoqué de edificio: entré en Artes y Oficios en vez de Bellas Artes, que estaba al lado.
P. ¿Quería ser pintor?
R. No sabía qué quería ser. Tenía necesidad de inventar. De contar historias.
P. ¿Qué se plantea resolver en sus trabajos?
R. En el trabajo profesional hay que cumplir el encargo. Intento ser muy honrado y legal. Aunque no se puede ser totalmente neutro y siempre te reservas un margen de visión personal que tratas de equilibrar con el conjunto.
P. Sus realizaciones, a menudo, transpiran compromiso social.
R. Es una actitud necesaria. Todos tenemos la responsabilidad de influir en lo que hacemos. De ser cronistas y críticos con lo que ocurre. Los diseñadores tenemos un cierto privilegio puesto que trabajamos con imágenes y son un medio muy potente.
P. Ha hecho varias incursiones en el mundo del teatro.
R. Estoy vinculado con el teatro desde los años noventa, con el grupo Bambalina Titelles. Al final te vas especializando sin darte cuenta y el diseño cultural es el territorio en el que nos hemos ido metiendo. El teatro encaja ahí muy bien.
P. ¿Qué atractivo tiene para un diseñador Ubú, la obra que ha llevado a los escenarios con Bambalina y Jácara Teatre?
R. Es un personaje con una representación gráfica muy superior a su representación dramática. Me atrae especialmente porque es un personaje muy visual, y la experiencia ha sido apasionante. He hecho la dirección artística: escenografía, visuales, vestuarios,... Ha sido muy estimulante trabajar en equipos multidisciplinares.
P. Ha escrito varios libros.
R. Es la pasión por editar. Son libros muy gráficos, aunque me gusta reflexionar sobre el trabajo.
P. Uno de estos libros, Contes viatgers, es muy raro. ¿Es narrativa tipográfica?
R. Era una necesidad. Me apetecía contar una serie de historias: el nacimiento del lenguaje, la inmigración, la violencia de género. Trabajo a partir de repertorios gráficos que guardo y voy construyendo.
P. ¿Hace lo mismo en las exposiciones?
R. Es un campo de experimentación que me permite desarrollar los recursos técnicos y reciclar esas experimentaciones en el terreno profesional.
P. ¿Usted es de lápiz o de ordenador?
R. De ambos. Es más fácil representar rápidamente con un lápiz, aunque al final la utilización del ordenador es una imposición tecnológica. Nuestro trabajo tiene un final industrial.
P. El desarrollo del diseño valenciano surge alrededor de la industria. ¿Resulta inquietante que la producción se esté desplazando a otras partes del mundo?
R. En principio, sobre el papel, casi es positivo que eso suceda. Desaparece la producción y se apuesta por la información y el diseño. No sé si a la larga puede ser socialmente bueno, pero para el mundo diseño puede serlo. Aquí hay buena creatividad y las empresas acabarán encargando aquí el diseño.
EN DOS TRAZOS
Paco Bascuñán (Valencia, 1954) formó parte de la tripulación de La Nave, el legendario grupo de diseñadores que irrumpió en la Valencia de los ochenta, revolucionó el panorama gráfico y proyectó su perfume utópico sobre los nuevos creadores. Tras el naufragio inició otra singladura en su propio estudio que lo ha convertido en uno de los más singulares diseñadores del ámbito de la producción cultural. Su energía creativa se desborda por varias: escribe, expone o hace incursiones en el mundo del teatro, como ahora en la producción 'Ubú', con Bambalina y Jácara Teatre, en la que diseña el universo del personaje de Alfred Jarry.
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