"Probar la droga es jugar a la ruleta rusa"
Hay una frase que se repite como un ritual entre los adictos a la cocaína: "Yo controlo". Pero nada más lejos de la realidad. Y otra idea también muy extendida, la de que la cocaína facilita el contacto social, que es igualmente falsa. El adicto se inicia en fiestas y discotecas, cierto, pero acaba esnifando solo en el lavabo de su casa. Ese suele ser el punto de inflexión. Ahí se dan cuenta de que no controlan, de que en realidad no han controlado nunca. Y no es cuestión de voluntad únicamente. Es una cuestión de biología. El catedrático Rafael Maldonado investiga los mecanismos neurobiológicos de la adicción en un programa de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona financiado por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos. Maldonado es taxativo: "Probar la droga es jugar a la ruleta rusa, porque nadie sabe la vulnerabilidad genética que tiene y además de arriegarse a iniciar un proceso de adicción se arriesga, también, en el caso de la cocaína, a desencadenar un brote psicótico e incluso una esquizofrenia si es vulnerable a esa enfermedad".
"Cuanto menor es la edad de inicio a estas sustancias, peor es el pronóstico"
La cocaína, afirma, es una de las drogas con más poder de adicción: "Todas inciden sobre los sistemas neurológicos relacionados con el refuerzo y el placer, pero la cocaína lo hace por la vía más directa: actúa sobre el sistema dopaminérgico, que controla gran cantidad de funciones, desde las emociones a los procesos de cognición. Para que un estímulo pueda tener un efecto placentero es preciso que se libere dopamina. Esa sustancia es luego reabsorbida a través de unos receptores específicos. Ahí es donde actúa la cocaína: bloquea la recaptación de la dopamina y eso hace que aumente su concentración".
La droga incide pues sobre unas estructuras cerebrales que son muy importantes y producen placer porque son las que intervienen en los refuerzos naturales de la supervivencia. Dicho de otro modo: el organismo genera opioides endógenos que producen bienestar y recompensan con placer en actividades necesarias para la superviencia, como comer o hacer el amor. ¿Qué ocurre cuando se toma droga? "Que altera el equilibrio interno de esos sistemas y comienza un proceso de adicción", explica Maldonado. "Cada persona tiene un determinado equilibrio en su producción de opioides endógenos. Pero si le llega droga del exterior, el cerebro se adapta a la nueva situación mediante dos mecanismos, tolerancia y sensibilización. Como hay demasiada dopamina, reduce su efecto placentero, de manera que cada vez se necesita más droga para obtener el mismo efecto".
Al principio de la adicción, explica Maldonado, la curva del placer sube rápidamente, y cuando cesa el efecto, la actividad cerebral vuelve a la normalidad, pero si se sigue tomando, el cerebro tenderá a buscar un nuevo equilibrio del sistema de refuerzo contando con que hay un aporte externo que eleva la concentración de dopamina. De manera que al cabo de un tiempo, cuando baja el efecto de la droga, el sistema de producción de opioides endógenos no vuelve al nivel que tenía antes de iniciar el consumo, sino a un nivel inferior. "Entonces el individuo se siente mal sin la droga y recuerda que cuando la toma se encuentra bien. Eso refuerza su expectativa hacia la droga. Es la espiral del ciclo adictivo: cuanto más consumo, menos placer y llega un punto en que ya se necesita la droga, no para aumentar el placer, sino para evitar el malestar".
Este mecanismo explica otro de los engaños más frecuentes asociados a la cocaína. Al principio muchos la toman antes de una reunión importante o cuando han de hacer un trabajo creativo, porque estimula su sistema de alerta, les hace más brillantes. Cuando la adicción se instaura, no es que la cocaína les haga más brillantes, es que sin la droga ya no son capaces de alcanzar el nivel de concentración o la creatividad que tenían antes de consumirla. Están atrapados. Y cuando la adicción progresa, surgen cuadros de falta de control, agresividad, irritabilidad y paranoia. E incluso estados catalépticos. Cuando el sistema nervioso central está muy afectado, pueden ser incapaces de moverse sin estar paralíticos.
Pero, ¿hay un umbral de consumo que no comporte riesgo de adicción? "No. Cada persona tiene una respuesta distinta", dice Maldonado. "En la adicción cuenta el tipo de droga, la vulnerabilidad individual y las circunstancias ambientales. Pero el mecanismo adaptativo del cerebro se produce bastante pronto y hoy sabemos que también produce efectos adversos a largo plazo. Por ejemplo cambios en la expresión de algunos genes. También puede provocar brotes psicóticos e incluso desencadenar esquizofrenia puesto que son procesos en los que hay exceso de dopamina".
Maldonado advierte que en el caso de los adolescentes el daño es mayor porque su cerebro todavía está en proceso de maduración. "Ahora sabemos que la edad de inicio es un factor pronóstico muy importante: cuanto menor sea la edad de inicio a las drogas, peor será el pronóstico. Por eso es fundamental tratar de evitar o retrasar lo más posible el primer contacto con las drogas, incluido el alcohol, pues actúa como la llave que abre la puerta".
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