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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Pensar por sí mismo

Una vez más, Ignacio Sotelo animó el pasado sábado 2 de septiembre desde la tribuna de este periódico a "Pensar por sí mismo" en un excelente artículo con este título. Al final de su texto, Sotelo volvía a señalar, como en otras ocasiones, cómo el uso valiente e independiente de la razón propia no ha sido bien visto en muchas épocas en nuestro país, y cómo nuestras instituciones educativas se resienten de esta desconfianza secular al "vicio de pensar" no habiendo sido capaces todavía de cumplir satisfactoriamente con su función de enseñar a pensar y a debatir. Muchas veces se ha criticado a Sotelo por estas observaciones.

Sin embargo, habiendo sido alumno de un Colegio Alemán, yo no puedo estar más de acuerdo con el autor. Durante mi formación escolar, pude observar las diferencias entre los sistemas educativos español y alemán, y, habiendo podido comparar, no dudé en coger mis bártulos y marcharme a estudiar a Alemania al tener que escoger universidad. Desde mi experiencia, prefiero tanto personal como socialmente una universidad directamente heredera de los ideales de Humboldt, que ha sido central para el desarrollo científico occidental (qué sería de la sociología, la historia, la química, la física... sin algunos académicos alemanes) y que invita al alumno aque identifique problemas, reflexione sobre ellos, se forme una opinión crítica y sea capaz de defenderla de forma sólida a una universidad que, pese a los meritorios intentos, no ha conseguido todavía librarse de las secuelas de la dominación de la Iglesia y de la intolerancia hasta hace bien poco.

Esto es, desde luego, música vieja: ya muchos han advertido de los peligros de la desconfianza nuestra al "vicio de pensar". Hoy en día, en un país que parece haber superado muchos de sus problemas seculares, esta crítica parece perder su actualidad. Pero si uno observa, por ejemplo, el surgimiento de ciertos programas televisivos del corazón, la voracidad urbanística que consume nuestro patrimonio natural u otras actitudes que sólo han sido posibles gracias a unos avances técnicos y económicos espectaculares, es legítimo preguntarse si efectivamente nuestro sistema educativo ha avanzado también lo suficiente como para hacernos reflexionar sobre el uso apropiado de unos instrumentos que la modernidad nos ha puesto en las manos.

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