Como en casa
Los serbios aguardan el partido en un ambiente distendido, recibiendo visitas ilustres y haciendo turismo
El conductor del autobús de la línea 124 dirige el pulgar de su mano hacia abajo y luego cruza su garganta con un dedo, mezclando la amenaza con su sonrisa. Acaba de pasar por la puerta del hotel en el que está alojada la selección de Serbia. Pero los serbios, excepción hecha de las burlas, se sienten como en casa. "Los jugadores hacen lo que quieren", dice en castellano Goran Stevanovic, el segundo entrenador y ex jugador de Osasuna. Como Kezman, del Atlético, que de buena mañana se dedicaba a jugar con su hijo, patada en las nalgas incluida, mientras su esposa se desesperaba aguardando un taxi. Como Ilija Petkovic, el seleccionador, que se levantó a las 6.30 nadie sabe muy bien para qué. O como el resto de los técnicos, que se fueron de compras a un centro comercial y volvieron con un par de cámaras de fotos de usar y tirar. Normal: las visitas merecían todas las fotos que hicieran falta.
La noche del lunes, Pedja Mijatovic, ex jugador del Madrid; Radomir Antic, ex entrenador del Atlético; Bozidar Maljkovic, entrenador del Madrid de baloncesto, y Loncar, baloncestista, se reunieron en el vestíbulo del hotel para charlar, entre café y café, con sus compatriotas: "Vinieron dos horas a darnos ánimos, como amigos nuestros", dijo Stevanovic tras el cóctel al que les invitó ayer el embajador de su país en España. Curioso cóctel, por otra parte.
De un lado, los miembros de la embajada, de traje y corbata, animando la conversación con whisky y cerveza. De otro, los jugadores, arrinconados contra la pared, todos con su chándal azul, callados, escuchando discurso tras discurso, sin comer ni beber. En medio, los técnicos de la selección, haciéndose fotos y más fotos con el embajador.
Todo ocurre con naturalidad. "En Serbia, la selección se concentra en el lago Palic, un sitio pequeño", dice Alex Vorkovic, periodista; "por las tardes, muchos jugadores se pasan por un café y hablamos de fútbol". Como ayer, cuando la figura de Milosevic, de Osasuna, sobresalía en medio del corro que formaban los reporteros dándole palmaditas en la espalda, actuando como si fueran amigos de toda la vida. Como ayer, cuando Mijatovic compartía un sandwich con los jugadores junto a la piscina. Como ayer, con todos desperdigados por el hotel, sin que el equipo se reuniese al completo más que para la charla táctica, según Stevanovic. Todo se hace "a su voluntad", insiste. Igual que si Serbia estuviera en casa.

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