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INTEGRACIÓN ENERGÉTICA

El compromiso de Iberdrola facilita el camino de la operación

Sexto intento de concentración sectorial en un periodo de seis años

La oferta lanzada por Gas Natural sobre Endesa es el sexto intento de concentración abordado por eléctricas y gasísticas en seis años y, sobre el papel, el que cuenta en principio con menor oposición por parte del Gobierno. La operación implica directamente al mayor operador nacional de gas y al mayor productor de electricidad, e indirectamente también, como colofón de la fusión, a Iberdrola, el segundo grupo eléctrico español.

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Los mismos jugadores con distinto escenario. Gas Natural, año y medio después de que se hiciesen públicos los planes de La Caixa, su socio mayoritario, para fusionarla con Endesa y Aguas de Barcelona, vuelve a la carga. Entonces, tal vez, era demasiado pronto, el nuevo Gobierno socialista llevaba ejerciendo relativamente poco tiempo y todavía saltaban chispas tras la frustrada OPA hostil de Gas Natural sobre Iberdrola y el enfrentamiento interno entre los dos mayores socios de la gasista, La Caixa y Repsol, en su consejo de administración.

Pero desde entonces, aunque no meteorológicamente, ha llovido mucho. Alfonso Cortina fue defenestrado de la presidencia de Repsol y ha dejado su puesto a Antoni Brufau, el que era presidente de Gas Natural en tiempos del asalto a Iberdrola. Y la eléctrica vasca, en pugna directa con Endesa a cuenta del cumplimiento del Protocolo de Kioto y siempre dispuesta a disputarle la primacía del mercado eléctrico nacional a Endesa, se ha sumado también a la operación y va a facilitar su tramitación ante las autoridades de la competencia al comprometerse a adquirir un importante porcentaje de los activos eléctricos de Endesa y de los clientes de gas del grupo catalán.

Esta oferta de adquisición de Gas Natural sobre Endesa es el séptimo intento para modificar el mapa energético desde finales de los años noventa. Pone a prueba y tal vez entierre definitivamente la llamada doctrina Rato, que el responsable económico de los Gobiernos del Partido Popular y hoy director del Fondo Monetario Internacional (FMI) expuso en su día en el Senado: no a las fusiones que supongan la desaparición de actores en el sector de la energía.

Unión Fenosa lo intentó con Hidrocantábrico (hoy controlada por la portuguesa EDP), y el Gobierno dijo "no"; la petrolera Repsol, con el apoyo entonces del BBVA, lo intentó con Iberdrola; Endesa e Iberdrola lo intentaron juntas y provocaron una contraoferta por Iberdrola de Repsol-Gas Natural; Gas Natural, con el impulso de su primer accionista, La Caixa, lo intentó el año pasado como se ha dicho (y fracasó) con Iberdrola con una OPA hostil... Ninguna de las grandes operaciones de fusión en el sector energético planteadas en los últimos años ha logrado hasta ahora salir adelante. Una compleja red de intereses financieros y políticos envolvió cada uno de los intentos hasta asfixiar todas y cada una de las operaciones planteadas.

Fracaso tras fracaso, la isla energética que todavía es España ha mantenido, pese a la liberalización formal de los mercados del gas y de la electricidad -denunciada como un fiasco para el consumidor por las organizaciones de usuarios-, un equilibrio inestable en el "poder de mercado" de eléctricas, petroleras y empresas gasistas.

En la actualidad, Gas Natural sigue controlando el 84% de los puntos que suministra de gas, frente al 9,9% de Hidrocantábrico y el 3,3% de Endesa. En producción eléctrica en España, Endesa controla el 29% del mercado peninsular (un 33%, Iberdrola, y un 3,8%, Gas Natural), pero es la primera productora si se agregan los mercados insulares nacionales.

Argumentos de competencia al margen, la nueva fusión planteada es un suma y sigue en la estrategia de integración entre eléctricos y gasistas en un momento en que las fronteras entre unos y otros se desdibujan, ya que el futuro de la producción eléctrica pasa por el gas natural quemado en las centrales de ciclo combinado. Ahora mismo, casi una quinta parte de la electricidad que se genera en España procede de las centrales de gas.

El grupo resultante se convertirá en el primer grupo energético español, con una valoración bursátil de más de 30.000 millones de euros y un volumen de activos de más de 62.000 millones. En principio, la integración de ambas puede alumbrar la tercera utility (grupo que opera en servicios regulados) a escala mundial, sólo por detrás de las alemanas E.On, RWE y de la italiana Enel y en la primera del área latinoamericana.

La justificación aducida también para una posible alianza Gas Natural-Endesa, en esta ocasión y en la anterior tentativa, es que el grupo gasista quiere aprovechar el nuevo talante del Gobierno socialista, proclive a facilitar la constitución de grandes grupos empresariales competitivos, a diferencia de lo ocurrido durante las dos legislaturas del Ejecutivo popular.

En todo caso, el departamento que dirige José Montilla ha insistido en repetidas ocasiones en que garantizará la competencia en los mercados energéticos y va a velar por un suministro de calidad.

Cajas y partidos

La oferta hostil sobre Endesa se ha perfilado en los últimos detalles en agosto, pero una serie de hechos dejan entrever que la operación viene de lejos.

En marzo y abril La Caixa defendió su derecho como accionista a contar con un representante en el consejo de administración de Endesa. Petición, en principio no atendida por la eléctrica, pero que despertó todo tipo de recelos en el Gobierno de Madrid, en manos del PP, que vio en esa petición un intento de Cataluña por hacerse con la primera eléctrica tras haberse llevado a Barcelona la sede de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones.

Caja Madrid, que hoy controla el 9% de la eléctrica, compró acciones para desalentar el posible asalto catalán a Endesa. Los próximos días pondrán a prueba la eficacia de la medida.

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