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VISTO / OÍDO
Columna
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El Tercer Mundo a cuestas

"Afortunadamente, todos los muertos eran de tercera": es una anécdota de esta profesión tremendista que achacaban a un titular de Abc. No era verdad, probablemente, pero reflejaba una situación y un orden mental sobre la composición del mundo que se va repitiendo catástrofe tras catástrofe: "Nos están tratando como a tercermundistas", dicen en Nueva Orleans. Es decir, les están dejando morir: y se oye, si se puede, a los negros señalar los cadáveres que se remansan en unas ramas flotantes.

No es nada sorprendente, dentro de lo inesperado de la enorme catástrofe. En París han ardido hasta ayer cuatro casas habitadas -si se puede decir "habitar" a ese amasijo de personas amontonadas por la ley- por inmigrantes. El ser humano lleva su mundo esté donde esté, y si es de color, o de la amplia gama de cobres y de hierros grises, será inevitablemente uno del Tercer Mundo. La alegría de falso socorro rojo con que decimos que aquí, en España, los emigrantes nos están haciendo el trabajo que los españoles, blancos o casi blancos -depende de la región-, no queremos es alucinantemente cínica. Nuestra aristocracia laboral no anda casi en la basura, a no ser las que viven cerca de un vertedero y envían a los niños a ver qué encuentran entre el terrible montón humeante: y se lo disputan a los perros, a los gatos, a las urracas. En los mapas universales se pueden rayar o puntear, hasta oscurecer del todo, los países mancha donde la renta es inferior al numero de dólares por mes que fije la oficina de estadísticas, o la que determinan Greenspan o Rato.

En la vida real, el Tercer Mundo está por todas partes. El Tercer Mundo de Nueva York no es peor que el de Ispahán, las chabolas de París no son peores que los ranchitos de Caracas. Los del Tercer Mundo tienen en su cara el color de la tierra. No es casual que los polizontes de Londres disparen contra un brasileño tranquilo y pacifista dentro de un tren: tenía el Tercer Mundo por fuera. Y el hombre de la Casa Blanca apenas se recupera de su susto y dice a sus soldados que "lo primero es la ley y el orden"; igual que su hermano de guerra Blair dijo que había que disparar a la cabeza. Hay islotes, casas, fango, trabajos; hay amores y sexo, y niños y curas de todas clases, mendigos, soldados, vírgenes y preñadas del Tercer Mundo distribuidos por todos los mundos.

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