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Pie de foto / 18 de agosto de 2005 | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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El pensamiento es un peligro

Juan José Millás

Esta foto borrosa es, comparada con el discurso de Blair y de sus responsables policiales, un modelo de claridad. Se trata del cuerpo de ese chico brasileño, Menezes, al que la policía de Londres introdujo desapasionadamente siete balas en la cabeza por llevar abrigo, por colarse en el metro sin pagar y por huir cuando le dieron el alto. Luego resultó que iba sin abrigo, que pagó y que corrió para no perder el tren. Lo raro, con todo, no es que mintieran, porque la mentira ya está incorporada a nuestros valores democráticos, lo raro es que una población adulta aceptara, sin rasgarse excesivamente las vestiduras, que el hecho de no pagar en el metro, de llevar abrigo, o de huir de unos tipos mal encarados que te dan el alto, pueda justificar siete balazos.

-¿Es cierto que usted vació su pistola sobre la cabeza de este chico mientras sus compañeros lo tenían completamente inmovilizado contra el suelo de un vagón de metro?

-Sí, pero es que llevaba abrigo.

-No me diga usted más. Menudo peligro. ¿Y es verdad que se cargó también a este anciano?

-Claro, pero es que se había colado en el metro sin pagar.

-Qué cabrón. ¿Y sólo le metieron siete balas?

-Sólo siete, porque queremos defender nuestro modo de vida, nuestra forma de ser, nuestro derecho a la libertad y todo eso.

Sabíamos que Kafka era el autor que mejor había contado el siglo XX, pero no imaginábamos que al escribir El proceso, por citar una de sus obras, estuviera haciendo una descripción costumbrista del XXI.

La foto (movida, desenfocada, turbia) es la metáfora perfecta del discurso movido, desenfocado y turbio de Ian Blair, el jefe de Scotland Yard, una institución cuyo trabajo consiste en averiguar cosas, pero que en este caso echó tierra sobre el crimen e intentó comprar el silencio de los padres con una cantidad que da vergüenza reproducir. Pero no pasa nada. Estamos defendiendo una forma de vivir, unos valores, una libertad duradera y todo lo demás. De acuerdo, vale, lo admitimos: parece que el chico no llevaba abrigo, pero ¿y si lo hubiera llevado? ¿Qué dirían los contribuyentes si el chico hubiera llevado abrigo y lo hubiéramos dejado escapar? Tampoco se coló sin pagar, está comprobado. Pero ¿y si se hubiera colado? Si se hubiera colado, los mismos que nos reprochan haberlo cosido a tiros nos echarían en cara lo contrario. Es muy fácil ver los toros desde la barrera. Sólo éramos 200 o 300 agentes para controlar a un crío con una fuerza sobrehumana, comparable a la de ese ser mitológico al que la dotación entera de un cuartel de Roquetas, en España, no pudo reducir sino rompiéndole el esternón y enviándolo al otro barrio.

Dicen que los disparos iban dirigidos a la cabeza por miedo a que, si los dirigían al cuerpo, estallara el artefacto imaginario que no ocultaba debajo del abrigo inexistente. Pero tampoco eso es verdad. Se dispara a la cabeza cuando se tiene pánico al pensamiento. Y es que el pensamiento es una bomba de efecto retardado que está dando al traste con todas las mentiras de Blair, de Bush, de Aznar. Hay que acabar con el pensamiento, y por eso rara vez disparamos a las piernas.

EFE

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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