La casa medieval del siglo XXI
El equipo de Manuel Sagastume realiza un ejercicio de arquitectura actual en el cerco amurallado de Artajona
El arquitecto Manuel Sagastume (San Sebastián, 1946) recibió en el otoño de 2001 el encargo de proyectar una casa en Artajona, localidad navarra famosa por su cerco amurallado medieval. Y en lo que era un corral de cabras levantó un edificio que ha merecido el premio del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro (COAVN) en la modalidad de rehabilitación, una obra cuidada y respetuosa con el recinto monumental que remata, por cierto, la labor de otro de los premios del COAVN, el referente a planeamiento, que también tiene a Artajona como protagonista. Se trata del plan especial de conservación del conjunto histórico de María Urmeneta y Pachi Chocarro.
Artajona bien merece estos galardones una vez que se recorre el pueblo, ubicado en una colina que domina el gran valle que va de Mendigorría a Tafalla, un paisaje de suaves cerros, sin apenas arbolado y grandes extensiones dedicadas al cultivo del trigo, con la virgen de Jerusalén como referente espiritual. Una devoción singular, que remonta el origen de la talla gótico-románica de María a un cruzado artajonés que la trajo a su pueblo desde la capital palestina. Como singular es el cerco, el único resto fortificado de cierta entidad que queda en Navarra.
Y también, en cierto modo, singular era el encargo que recibió Sagastume aquel primer otoño del siglo XXI. El cliente quería construir una vivienda en la localidad de la que procedía su familia. El arquitecto guipuzcoano se llegó hasta Artajona en una tarde de tormenta y, sin dudarlo, eligió a la primera la parcela donde se podía levantar el edificio. En el extremo noroccidental de la fortaleza, que se abre al valle hacia Mendigorria, había un solar idóneo, que permitía disfrutar de un vasto panorama que incluía la basílica de Nuestra Señora de Jerusalén.
El lugar era espléndido, pero la construcción en aquel solar tenía sus dificultades. Para empezar, no quedaban en pie ni las paredes de lo que había sido en los últimos tiempos corral de cabras ni las del lienzo de muralla correspondiente. Efectivamente, en el cerco de Artajona las torres son de propiedad pública, pero la muralla formaba parte de la vivienda que, en tiempos de guerra, se convertía en fortaleza, al mismo tiempo que sus moradores cambiaban la azada por la ballesta.
Patios y adarves
Afortunadamente, las piedras del edificio y de la muralla estaban diseminadas por los alrededores, lo que resolvía el asunto del material principal que se iba a emplear en la vivienda, sujeto a las exigencias que la institución Príncipe de Viana ha marcado para la construcción en el cerco de la localidad navarra.
A la hora de afrontar el proyecto de la vivienda, Sagastume y su socio José Arauzo (Eibar, 1963) tenía claro que no querían realizar un ejercicio de recreación histórica, sino diseñar una vivienda del siglo XXI en un entorno medieval. En resumen, "para la resolución de esta vivienda unifamiliar y por coherencia histórica, adoptamos el criterio de apoyarnos en las marcas históricas de las viviendas anteriores", recuerda Sagastume. Y añade: "Este criterio nos obligó a generar un sistema de patios y adarves que posibilitara que la casa se sirviera de sus propias luces y que la muralla tuviera el respeto y la lectura precisa".
Para diferenciar la muralla de la casa, se acudió al trabajo de cantería. La diferencia es la forma de coger las piedras, con las aristas más redondeadas en la muralla, un juego sutil que permite distinguir las dos referencias constructivas. Realizada en una planta, bebe lo mismo de la distribución clásica de las casas vascas, sin pasillos, con un espacio central de distribución; del concepto romano de impluvium, con las cubiertas invertidas; y de la discreción de las viviendas árabes en las que vida gira alrededor del patio.
En este edificio de Artajona, los patios son tres: el principal, que recibe al visitante, con un olivo recién trasplantado, como único accidente visual; el interior, que da luz al salón y a la cocina y que se abre al paisaje de Artajona; y un tercero, auxiliar, que aporta luz natural a parte de los dormitorios. Y, como la muralla pertenece a la propia casa, se aprovechó para construir un pasillo para disfrutar de todo el cerro y recuperar el espíritu medieval del lugar.
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