Quiero ser marquesa
Yo no quiero ser Don Quijote, quiero ser marquesa como mi vecina doña Esperanza Aguirre, a quien veo llegar a su palacio en un coche de lujo escoltada por más coches, también de lujo. Sí, yo quiero llegar así también a mi casa (vivo en el centro) sin pisar jamás la calle para no ver lo que he visto.
En una semana he visto niños esnifando pegamento en la plaza de Chueca y amenazando a quien les miraba, una pelea con cuchillos entre un borracho y chinos que venden alimentos en plena vía pública en cajas de cartón, he visto cómo en la Gran Vía un drogadicto pegaba una paliza a una mujer drogadicta y embarazada. Ya no puedo pasar por el subterráneo de la plaza de España al templo de Debod, porque allí viven sobre colchones indigentes en estado de embriaguez que te gritan al pasar.
Veo el centro de Madrid repleto de prostitución y proxenetas y los vendedores del top manta corriendo llevándose por delante a quien sea en su huida por la calle de Preciados, cuando los policías, riéndose, ponen la sirena sin bajarse del coche para que salgan en estampida.
No, yo no quiero estar avisando por mi móvil a la policía, un día sí y otro también, de los conflictos del centro de la capital de España como un Don Quijote contra los molinos.
Quiero ser marquesa y no pisar jamás la calle para luego poder extrañarme, como si tal cosa, de que Madrid no sea elegida para albergar los Juegos Olímpicos de 2012.
¿Serán las obras una maniobra para que miremos al suelo para no caernos y así no ver en lo que se está convirtiendo la ciudad.
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