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Reportaje:

La elegancia del erotismo bien contado

Escenas, marionetas y autómatas provocan una sutil atmósfera en una vieja casona de Benicàssim

María Fabra

Un beso, una gota de perfume, una cucharadita de arena o una llave son los cuatro elementos que dan la bienvenida al espectador de Le petit bazar érotik, una de esas suculencias que, de vez en cuando, pasan por la programación de teatro de la localidad de Benicàssim. "Fíjense bien porque lo que se les va a entregar marcará la evolución de todo el espectáculo", dice el guía al saludar, personalmente, a cada uno de los asistentes.

A partir de ese momento, comienza la magia, quizá, a la que contribuye el escenario que representa la antigua casona de Villa Elisa, donde se representa el espectáculo.

Y la dulzura, con el ofrecimiento de un aperitivo consistente en un pequeño seno de chocolate, blanco y negro, como preludio de lo que, a partir de entonces, va a ocurrir, todo ello acompañado del encanto que otorga el acento francés de los componentes de la compañía belga Tof Théâtre y Laika.

Cada historia, sin ningún amago pornográfico, arranca risas, risitas y sonrisas

Sin embargo, desde el principio, cada una de las acciones, o las omisiones, de los actores dan pie a varias interpretaciones y el acento francés puede convertirse en el ofrecimiento del morbo más internacional, mientras que la golosina puede llevar a plantear grandes y polémicos debates sobre la manera de metérsela en la boca al convertirla en un dulce erótico.

Le petit bazar érotik asombra, primero, por su montaje, muy distinto al habitual de un escenario y un espacio destinado al público con una distancia que los separa y aleja.

El espectáculo, está formado por tres representaciones y una exposición que recorren los cuatro grupos de espectadores en los que se divide al público. El punto en el que se reúnen todos los grupos, al finalizar cada uno de los espectáculo, es un bar de circunstancia regentado por un escocés, con falda incluida, que ofrece rones afrodisíacos, agua y cerveza fabricada por monjes de dudosa castidad.

Con la misma sutileza se desarrolla cada uno de los tres espectáculos protagonizados por marionetas, magistralmente dirigidas por los miembros de la compañía.

Al margen de la exposición, con una visión general, la representación del Señor Tramposo en la playa, Domingo por la mañana y El señor y la señora Beaurestes podrían interpretarse como la evolución sexual de cualquier ser humano. Desde el descubrimiento del sexo, hasta su disfrute a base de largas miradas y gestos cómplices. La carga de erotismo depende de cada espectador y, lógicamente, de las circunstancias en las que se encuentre a la hora de disfrutar del espectáculo.

Y ésa es otra de las grandezas de este pequeño bazar, que envuelve en detalles cada una de sus historias y habla del erotismo sin ningún amago pornográfico, lo que le permite arrancar, risas, risitas y sonrisas.

Una gran cama combinada en rosa y fucsia, con telas brillantes y peludas, ocupada por dos grandes pechos es el montaje bajo el que el señor Tramposo descubre la mejor manera de conseguir lo que persigue. Dicen que su gran pasión es construir castillos de arena pero también busca un cobijo y, aunque lo logra sirviéndose de algunos tópicos sexuales, éstos colaboran en la posible identificación de los espectadores.

La historia del Domingo por la mañana, escenificada en un sótano, bien podría formar parte de cualquier serie televisiva de gran éxito si éstas se cargaran algo más de realidad.

A través de la cerradura descubierta de una puerta, los muñecos interpuestos por el achacoso Señor León, una marioneta del tamaño de un humano, exhiben una plena vida sexual pero con las interrupciones que conlleva el formar parte de una familia.

Un poco de espuma, trece gotas de esencia de vainilla y mucho amor es el que desprende el anciano señor Beaurestes cuando le prepara el baño a su mujer. Es quizá la más tierna de las tres representaciones que acoge Villa Elisa. La historia no está exenta de un maduro erotismo cargado de sutiles matices.

Y más allá de las actuaciones, la exposición deposita humor a través de escenas en el que la picaresca y la complicidad de ser partícipes de la indiscreción, llevan a husmear entre las criaturas de pequeños cuadros interactivos que chocan con los escaparates de autómatas instalados por la compañía peruana Los Grumildos.

Le petit bazar érotik, que se representa en Benicàssim hasta mañana, es una continua sorpresa hasta el final de la representación. Pero en el bazar sólo se pueden adquirir sensaciones, risas, risitas y sonrisas.

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