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El que no corre huye | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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Músicos

Cuando uno va a un concierto, lo que apetece es que las canciones suenen diferente al disco, como si fuera un regalo que sólo tendrán la oportunidad de disfrutar unos cuantos y tú. Y al precio que están las entradas, lo que más apetece es que los músicos se lo curren. Que suden. Y si lo hacen, el cosmos conspirará a su favor y no perderán el pelo por ejemplo, como podemos ver en el caso Rolling. En cambio, hay gente como los Oasis, que tocan sin gana y ni siquiera se dejan contagiar por la euforia de sus fans, como si se lo hubiera prohibido el médico advirtiéndoles de que vale, podéis tocar, pero sin esfuerzos extras que todavía estáis en reposo. Los Oasis, en dos días, amanecen calvos.

No sé si será por la alegría de sobrevivir a los que se han ido quedando en los arcenes, pero los músicos de antes se menean más que los modernos

No sé si será por la alegría de haber sobrevivido a los que se han ido quedando en los arcenes de su existencia, pero los músicos de antes se menean más que los modernos. Los modernos deben estar más sanos y energéticos, aunque sólo se deba a su juventud, a que tienen más fresco el casco. Los viejos rockeros se cuidan la alimentación, la sangre y el tabique. Y tienen ya la experiencia suficiente como para saber que se pueden añusgar y pedir una botellita de oxígeno en el backstage, que es lo de detrás del escenario, donde se pone el whisky helado y las toallas blancas. Así que podemos decir que están todos en igualdad de condiciones como para dar saltos de metro diez mientras cantan. Y si no, pues que se droguen. Porque la sociedad debe entender que la vida de los músicos es durísima, que trabajan a la hora en que la gente normal descansa, y luego tienen que irse por ahí con las grupis hinchables porque, al parar poco en casa, no reciben amor de hogar y se tienen que conformar con un cariño fugaz en cada puerto. No me digas, después de haber tocado en una maratón musical festivalera, que te ponen en un camerino y a las tres de la madrugada entra un menda, y entre bostezos te dice hale majos, que ya os va tocando, a mover el culito. Yo me voy a echar un rato que estoy matao. ¿Es para drogarse o no? Por eso los músicos hacen lo de romper hoteles, porque están encorajinaos. Cuidado que tampoco queremos decir con esto que todos los músicos salgan colocaditos, porque no debemos juzgar por el aspecto, o por los saltos, ni al guitarrista de los Stones, por decir uno (aunque sepamos que la ciencia le ha pedido por favor que done su cuerpo en pro de la investigación), ni a nuestro vecino de arriba, ni a nadie. Pero sí vamos a decir que si los músicos tuvieran que pasar un control antidoping, habría muchos que iban a estar sin tocar hasta la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Madrid.

Yo, más que músico, me haría pinchadiscos (en adelante dj, diyei). El dj puede estar a gusto en su cabinita, y si quiere salta y si quiere no. La gente se lo va a pasar chupendi de todas formas porque del doping se encargan ellos, que vienen con el saco de no dormir y, gracias a la naturaleza, porque los humanos no tenemos costuras, que si no, más de uno se salía por los descosidos. El technofan es un atleta, yo no he visto más esfuerzo físico ni en los gimnasios de culturistas. Ya que bailan, aprovechan para practicar aerobic u otro deporte. Cada uno elige lo que más le gusta y... a sudar. Si yo fuera dj me llamaría DJ Holiday Gym.

Refresco del día: hay un dj, Herber, que para las sesiones y hace que los fans muerdan una manzana que le han dado a cada uno con la entrada. Y hay un músico, Santi Ibarretxe, que obliga a su público a cantar coros en gregoriano. Cultura y buenos alimentos.

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