El sueño sionista llega a su fin en Gaza
Los colonos se despiden de Neve Dekalim, corazón político y espiritual de la resistencia
Agotado el plazo para abandonar Gaza de forma voluntaria, Neve Dekalim comenzó ayer a ser evacuado por la fuerza. El tiempo que tarde en caer el corazón político y espiritual de la resistencia marcará el ritmo de evacuación en el resto de los asentamientos.
El final del sueño sionista en Gaza se acerca de forma irremediable. Cientos de colonos se congregaban al alba en la sinagoga principal de Neve Dekalim para celebrar entre plegarias y sollozos una de las últimas liturgias sagradas. La fe inquebrantable de sus rostros dejaba traslucir también la inquietud por la inminente llegada de las fuerzas de seguridad para iniciar la evacuación forzosa. Por eso, de forma intencionada, el sonido entrecortado del shofar (instrumento de viento tradicional) sonaba ayer por la mañana como una alarma antiaérea, una llamada al despertar de la conciencia de los soldados.
Terminado el rezo, el olor de los neumáticos quemados empezó a impregnar la atmósfera. En las calles volvían a aparecer barricadas -más simbólicas que eficaces- creadas con contenedores de basura y materiales de obra incendiados. Danikl Pve, de 43 años y miembro del Centro Nacional para las Víctimas del Terror, arrancó una bandera de Israel y la tiró al fuego. "Este país ha dejado de ser nuestro. Ya no creemos ni en el Ejército ni el Gobierno. El sionismo ha muerto". Varios jóvenes se encararon con él y lo zarandearon. "Hermanos, ésta es nuestra tierra, pero ya no tenemos Estado", les dijo Danikl antes de abrazarlos para calmar sus ánimos.
Centenares de soldados y policías, incluidos antidisturbios, tomaban entonces las calles del asentamiento. Como prioridad, el Ejército establecía la evacuación de los colonos más radicales, la mayoría jóvenes, que lideran las protestas en la calle y que casi sin excepción provienen de fuera de Gaza, según el portavoz militar Santo Benjo. Algunos se atrincheraban en casas abandonadas y, en ocasiones, lanzaban botellas de pintura a los soldados y a la prensa. Otros trataban de zafarse huyendo a la carrera o tirándose al suelo, pero acababan siendo arrastrados de piernas y brazos y trasladados al interior de autobuses. Su destino, la frontera de Kisufim, ya fuera de la Gaza ocupada.
Familia en la calle
Con mucho más mimo se abordaba la evacuación de los residentes. En muchas casas las fuerzas de seguridad eran recibidas con imprecaciones como "sois la vergüenza del judaísmo" o "estáis entregando a Hamás la tierra de Dios". En la vivienda alquilada de Racheli Shalva, de 25 años, se personaba de noche una docena de soldados. "Venimos a ayudarte a trasladar tu casa", le dijeron, según sus palabras. "Si queréis ayudarme, pintad la fachada o arreglad la cerradura del baño; si no, marchaos, porque en lugar de ayudarme me estáis matando", les dijo esta madre de dos hijos, empleada en una librería y afincada en Gush Katif desde que era una niña de pecho. Ella y sus padres ya fueron evacuados a principios de los años ochenta del asentamiento de Yamit, en el Sinaí egipcio, conquistado por el Estado hebreo en 1967, al igual que Gaza. "Todo lo que me ofrecen son 10 días de hotel en Jerusalén. Luego mi familia se queda en la calle, sin trabajo y sin guardería para los niños".
Según fuentes militares, en casos como el de Racheli, el Estado les entregará una indemnización para que puedan alquilar una vivienda al menos durante un año y medio. Pero antes tendrán que sacarla de Neve Dekalim a rastras. Su casa seguía ayer repleta de muebles, electrodomésticos y libros en la misma disposición que siempre, como si la evacuación en marcha fuera sólo producto de un mal sueño.
Las manifestaciones con cánticos, rezos e insultos continuaron durante toda la jornada tratando de obstaculizar la evacuación. El último reducto de los colonos será la sinagoga, la cual el Ejército desalojará sólo al final del proceso, que, según su portavoz, Santo Benjo, podría acabar entre hoy y mañana. En su interior aguardan centenares de personas.
Las sensibilidades que despierta el uso de la fuerza dentro del templo podría desatar la violencia, según explicaba el rabino Shalom Wolpo, uno de los líderes religiosos más visibles durante el largo periodo de protestas contra el plan de evacuación. "La nación judía recordará a Sharon como uno de los mayores enemigos de su historia. Incluso se ha atrevido a mandar sus máquinas contra la casa de Dios", decía en referencia a los soldados mientras entraba en la sinagoga de Neve Dekalim.
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