La vida es una conga
Recientemente he hecho un viaje de más de cuatro horas en autobús. Nada más iniciar la marcha, el conductor puso la radio a todo volumen mientras la mayoría de pasajeros dormitaban y algunos intentábamos leer. A mitad del trayecto nos castigaron con una película que, de poder elegir, no hubiese visto ni oído aunque me regalaran el importe del billete.
¿Sería mucho pedir que colocaran unos simples auriculares que dieran opción de escuchar lo que ponen o disfrutar del silencio?
Al bajar del bus cogí un taxi donde, ¡oh, sorpresa!, tuve que aguantar los gritos de un programa deportivo.
Entonces lo comprendí: no hay escapatoria.
Da igual lo que hagas o dónde estés, siempre te alcanzará un ruido estridente, una música no deseada, un simulacro de conversación a voces por el móvil...
Hemos convertido el día a día en una especie de conga que todo lo arrastra; no valen agujetas, es imposible un instante de silencio, únanse al baile, disfruten de la continua agresión acústica.
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