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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Teoría y práctica de la aniquilación

Fernando Savater

Sin duda el enigma político más terrible de la era contemporánea es el fenómeno totalitario, sea rojo o pardo. Y no es un "enigma de otro mundo", como se llamaba en castellano aquella vieja y deliciosa película, sino algo desdichadamente muy de este mundo en el que aún vivimos y somos. Una de las constataciones más terribles al respecto es que la mayor parte de los intelectuales y políticos (por no hablar de los clérigos) que han marcado ideológicamente el pasado siglo mostraron en algún momento de sus trayectorias simpatías por uno u otro totalitarismo. Los hay que aprovecharon bien el tiempo y pasaron de uno a otro. Algunos viven todavía e incluso amonestan al presente, a poco que se les oiga...

EL OJO DEL CÍCLOPE

Javier Mina

Editora Regional de Murcia

Murcia, 2005

443 páginas. 15 euros

Nuestro momento actual está momentáneamente aligerado de manifestaciones totalitarias en el sentido potente del término (aunque aún haya dictaduras, todas las cuales son malas pero no siempre totalitarias): sin embargo, ciertas sombras ominosas que se agigantan en el telón del futuro hacen temible y hasta probable el regreso de las antiguas Bestias o de versiones modernas semejantes. Colaboran a tal regreso quienes trivializan las denominaciones y llaman "totalitaria" a cualquier decisión gubernamental de autoritarismo expeditivo, consideran "fascista" o "nazi" toda expresión ideológica conservadora y descubren el "comunismo" tras cualquier medida que intenta paliar las flagrantes desigualdades injustas de las sociedades en que vivimos. La falta de medida y matiz en política es una forma de anestesia que termina propiciando la llegada de lo inconmensurable, del abuso que no conoce realmente restricciones ni límites.

Abundan ya los estudios

ideológicos sobre el totalitarismo y los testimonios de quienes lo padecieron... o colaboraron con alguna de sus modalidades. Pero no muchos vienen firmados por autores españoles: de ahí la importancia de este libro del novelista y ensayista Javier Mina, que ha recibido con todo merecimiento el III Premio de Ensayo Miguel Espinosa. Se trata de una obra sumamente legible a pesar de lo ambicioso del campo que pretende abarcar, en la que se repasan los fundamentos ideológicos y las realizaciones concentracionarias de totalitarios de uno y otro signo. La vocación literaria de Mina le lleva a manejar especialmente los relatos de escritores que conocieron de primera mano el minucioso y vasto terror que se denuncia, lo cual añade un atractivo a su libro. También concede especial y significativa atención a aspectos no muy tratados del tema, como su magnífica exposición del papel de la música en los campos de concentración. Es una de esas reflexiones que evocan las necesarias relaciones entre ética y estética...

El núcleo obsceno del totalitarismo es el exterminio masivo de gran parte de la población por quienes se arrogan el derecho de determinar quienes deben morir y vivir. En el último libro de ficción de Stanislaw Lem, Provocación (Funambulista), el gran escritor polaco relaciona convincentemente esta mentalidad aniquiladora con la del terrorismo masivo contemporáneo, uno de esos signos ominosos de retorno del totalitarismo a que yo aludía más arriba. Pero lo esencial es que los exterminadores totalitarios, como los terroristas, siempre aniquilan por buenas razones. De aquí deriva lo que considero una cierta contradicción en el planteamiento de Javier Mina, como en el de otros autores. Por una parte, establece que "la ideología totalitaria no es sino la estatización del nihilismo". Por otra, sostiene convincentemente que "el paraíso en la tierra se convertirá en la metáfora fundante del totalitarismo". Creo que la segunda afirmación es más cierta y desautoriza la primera. Los aniquiladores no es que no crean en nada sino que creen en todo, en un Todo que necesita sacrificios humanos para diferenciarse precisamente de la nada. Basta repasar atentamente hasta el final el sobrecogedor libro de Javier Mina para convencerse de ello.

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