Clase en el ruedo

Como nos advierte Juan Carrete en uno de los textos que acompañan al suntuoso catálogo de la presente exposición, comisariada por Javier Blas, responsable de la Calcografía Nacional de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, aunque existan representaciones de tema taurino antes de las series realizadas por el salmantino Antonio Carnicero (1748-1814), el miembro más destacado de una familia de artistas, y por el aragonés universal Francisco de Goya (1746-1828), no hay duda de que las de estos dos creadores españoles marcan un hito, tanto desde el punto de vista de la representación gráfica del tema, como desde la misma historia de la tauromaquia como arte, pues fue en este momento cuando se forjaron las normas de la corrida. Con sólo estos datos ya se puede valorar el interés de esta convocatoria, que, además, reúne un centenar de dibujos y estampas de Carnicero y Goya, muchas más del primero y menos conocido, pero sin que ello le reste mérito, porque fue uno de los pocos contemporáneos españoles del genial aragonés que no se ha dejado oscurecer por completo por la cegadora luz de éste.

Antonio Carnicero tuvo una esmeradísima formación artística, que incluyó no sólo el correspondiente viaje por Italia, sino que alcanzó merecidos honores a la sombra del entonces todopoderoso Godoy, y nos ha legado imágenes, grabadas y pintadas, muy modernas y de sobresaliente factura. Entre ellas, están, por supuesto, las que hizo, entre 1787 y 1791, sobre tema taurino, que dibujó y luego publicó con el título de Colección de las principales suertes de una corrida de toros. Como vemos estamos ante las ilustraciones de una genuina tauromaquia, compendio de reglas y consejos sobre este arte, que él abordó, en efecto, con ciertos pujos ilustrados de una cartilla entre lo didáctico y lo etnográfico. En este sentido, los 51 dibujos preparatorios, que han sido ahora presentados en la exposición, poseen un polivalente interés documental además de artístico, algo que no desmerece en absoluto su calidad de dibujante, sino que subraya el distanciamiento "científico" con que aborda un asunto tan complejo y vivaz.

Este distanciamiento de Carnicero es tanto más perceptible cuanto se compara con la pasión de Goya, que es pasión de incondicional aficionado a la fiesta y, por supuesto, pasión de genio artístico, lo que hace que las imágenes taurinas de éste estén saturadas de la fuerza sublime de lo patético. En cualquier caso, no creo que haya que divulgar a estas alturas las cualidades de los dibujos y estampas taurinos de Goya, aunque sí poner en evidencia la fuerza y el sentido del contraste de la obra realizada por ambos al respecto. Por lo demás, era aquel momento histórico el que señaló la transición generacional entre Pepe Hillo, Costillares y el superior y revolucionario talento como matador de Pedro Romero, que generó ley hasta prácticamente la actualidad. Con semejantes mimbres, se comprende rápido la importancia de esta convocatoria estival, que no dudo de que, por un motivo o por otro, no defraudará a quien la visite.