_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Balzaquiana

En Brasil llaman balzaquiana a una mujer de treinta años. Que yo sepa no la emplean los países españoles. El origen es del francés culto: balzacienne, de Balzac; del libro de Balzac La femme de treinte ans. La marquesa tenía treinta años; pero amaba y era amada. Esto pasaba en 1813: digamos que hace doscientos años se empezaba a descubrir que la mujer no estaba acabada; y en Brasil, ahora mismo, se la describe en esa edad como prodigiosa. Me dicen que en España la mayoría de partos corresponden a mujeres de treinta años o más. Hay un pequeño escándalo con esta estadística: va en contra de la supuesta falta demográfica de nuestro país, en la que yo no creo. Un país con tanta escasez de necesidades humanas -trabajo, salarios altos, viviendas y otras formas de pobreza oculta- necesita más bien habilitar a los mayores que producir costosamente nuevas vidas. Las parisinas tenían una media de vida muy baja a principios del XIX: además de que en general la vida media era muy corta por la alta mortalidad infantil, en las mujeres era más corta por las enfermedades del embarazo y el parto.

Hoy, en España -que va a la cabeza de países con más longevidad- una mujer tiene esperanzas de vivir 82 años (cito de memoria) y puede comenzar su vida sexual a partir de los 14, a pesar de las leyes contrarias. Se comprende que las épocas de su vida tengan otro ritmo, otra pausa. Trabaja más y trabaja después de casada; lo que era una reivindicación de derechos femeninos se ha convertido en obligación porque el hombre no puede cubrir con su sueldo las necesidades de los dos, y mucho menos las de los hijos. Sólo en casos uno de los dos puede vivir con su salario; y en rarísimos, cada uno puede elegir el trabajo que desea, pese a sus estudios.

Vivimos todos con la amenaza de la inflación real y estamos aún conmocionados por el salto de la peseta al euro, que ha sido un golpe del capitalismo europeo demasiado duro, aunque bien disfrazado de falsas ventajas y comodidades. Vive sometida al miedo del despido, que las empresas reclaman más barato aún, del acoso sexual, de no poder pagar la hipoteca, o la guardería. Como al mismo tiempo el amor libre ha ganado mucho, incluso en ciudades pequeñas y en círculos religiosos, está en la lógica la huida del parto. Hay misteriosos comportamientos de la población que no rigen los gobiernos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_