'Espartaco' y la protección solar
Si Espartaco se titulara Una serie de catastróficas desdichas de Kirk Douglas describiría mejor los problemas del rodaje de esta película, estrenada en 1960. Todo empezó cuando Douglas no pudo conseguir ser el protagonista de Ben Hur. Dolido en su orgullo, compró los derechos de una novela de Howard Fast sobre la vida de un subcomandante Marcos del último siglo de la era cristiana y produjo y protagonizó una epopeya que no recaudó el dinero invertido. El guión de Fast era malo y, para mejorarlo, Douglas recurrió al talento de Dalton Trumbo, que hasta entonces ni siquiera podía firmar con su nombre por estar incluido en la lista negra macartista. También contrató al director Anthony Mann pero lo echó a las tres semanas. Lo sustituyó por Stanley Kubrick, que ha pasado a la historia como un tipo frío y excéntrico pese a que, según aseguran sus amigos, le encantaban las teleseries Los Simpson y Seinfeld. Douglas impuso la dictadura del productor a un elenco de divos (Charles Laughton, Laurence Olivier, Peter Ustinov) poco dispuesto a renunciar a sus envidias y caprichos.
Los expertos en política internacional deberían estudiarla, sobre todo los debates del Senado
Douglas y Kubrick tuvieron fuertes peleas y lograron que el actor expresara una admiración por el talento del director tan intensa como su desprecio personal y que Kubrick, harto de todo, renegara del montaje. Que en la última escena Douglas acabe crucificado expresa un estado de ánimo que, en su libro El hijo del trapero, Douglas describe así: "Espartaco ocupó tres años de mi vida, más tiempo del que empleó el auténtico Espartaco en luchar contra el Imperio Romano". Hoy la película sigue siendo un intenso relato sobre la esclavitud en tiempos de decadencias imperiales. También tiene una lectura sexual. En su libro Alégrame el día, Jesús Palacios escribe: "Pocas veces se había tratado la bisexualidad tan descaradamente en una película dirigida al gran público. No en vano, Espartaco, para bien y para mal, es uno de los filmes de romanos más serios e inteligentes de la historia del cine, y en él las motivaciones sexuales figuran de manera casi tan destacada como las políticas".
Los expertos en política internacional deberían estudiarla, sobre todo los debates del Senado en los que Laughton y Olivier convierten la esgrima verbal en un duelo de egos. "En Roma hay más esclavos que romanos", dice Laughton, un desequilibrio que se repite en los movimientos demográficos más actuales: la inmigración y el turismo. En la película destaca el aceitoso y bronceado torso del esclavo-gladiador-revolucionario. "Seréis untados con aceite", dice Peter Ustinov. En efecto: Espartaco luce una piel sobre la que incluso los mosquitos resbalarían. Es uno de los métodos para combatir la insolación. La película se filmó en lugares soleados, incluso en España, donde se rodó la famosa batalla porque, según un responsable de la producción, aquí "sabían desfilar a un precio razonable". Douglas tenía demasiados problemas para pensar en el sol, pero su bronceado completa lo que decía Onassis: "Para tener éxito, manténgase bronceado, viva en un edificio elegante (aunque sea en el sótano), hágase ver en los restaurantes de moda (aunque sólo sea tomando una copa) y si pide prestado pida mucho". Tenemos malas noticias para Espartaco: el exceso de sol puede matar. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, cada año se producen más de 2.000.000 de cánceres de piel de los cuales 200.000 son malignos. Y el bronceado que tantos ansían no es más que una reacción del organismo para defenderse de las radiaciones creando melanina. Contra esa esclavitud estética, estaría bien que apareciera algún Espartaco para liberarnos.
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