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CORAZONES DE VERANO
Columna
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El fontanero colombiano

ES TERRIBLE, por no decir injusto, el revuelo que se ha armado por la visita a Colombia de Esperanza Aguirre. Algunos desaprensivos la han criticado, sosteniendo que ha vuelto a errar, como cuando era ministra de Cultura. Y todo porque -aparentemente- ha confundido Colombia con Polonia. En fin. Lean las palabras que ha pronunciado (en Colombia) hablando de Polonia: "Mire, en primer lugar, quiero decirle que los regímenes de Polonia y España no son tan diferentes. Polonia y España sustentamos los mismos valores. Polonia y España luchamos con gran fuerza contra el terrorismo que nos asola a ambos países desde hace 30 años". Sí. Todos los indicios apuntan a que se ha equivocado. Pero nada más lejos de la verdad.

Como sabe cualquiera que haya viajado un poco, la última moda entre la élite cultural es confundir Polonia con cualquier otro país

Como sabe cualquiera que haya viajado un poco, la última moda entre la élite cultural es confundir Polonia con cualquier país del mundo. Ésta es la gracia de Polonia. Que los expertos la confunden a propósito. Sólo los cazurros denominan "Polonia" a "Polonia". Es por eso, por ejemplo, por lo que los denominados pepinos polacos son un producto alemán. Hacer esto está tan de moda que hasta las agencias de viajes ya lo tienen en cuenta para sus ofertas. Cuando en una agencia anuncian "Polonia monumental", en realidad están anunciando la "Cataluña monumental". Ésta es la razón por la que tanta gente denomina polacos a los catalanes.

Y es por eso por lo que Esperanza Aguirre, en su afán renovador, ha querido demostrar que España es un país moderno y hasta punk. Para ello no le ha importado sufrir la incomprensión de todos los listillos. Y ésta y no otra es la razón por la que se ha referido a Polonia sabiendo que se encontraba en Colombia. Ella sabe que nada habría ofendido más a sus anfitriones que oír hablar de su país, Colombia, como "Colombia". Ha llamado "Polonia" a "Colombia" para evitar un conflicto diplomático. Y estoy segura de que los polacos (es decir, los colombianos) se lo han agradecido.

Así pues, quisiera advertir a todos los criticones que no se extrañen si en los próximos días Esperanza Aguirre sigue demostrando su mundología. Probablemente, en alguna entrevista le preguntarán cuál es su libro favorito. Entiéndanla, por favor, si declara que le gusta esa novela de Antonio Muñoz Molina, ganadora del Premio Planeta, llamada El jinete colombiano. Tampoco debería extrañarles que Esperanza Aguirre hable de la hoja de coca, esa planta que suelen mascar los pastores de Varsovia. Ni debe extrañarles que denomine al difunto papa Karol Wojtyla como "el primer papa colombiano". O que demuestre su admiración por Gabriel García Márquez, que tan bien supo retratar su Polonia natal. Y desde luego, estoy segura de que Esperanza Aguirre hablará de esa gran obra de Chopin llamada la colombiana. De manera que, desde esta página, quiero darle ánimos. Y sólo me queda recomendarle que, si el acoso mediático persiste hasta límites insostenibles, dirija una queja al presidente de este diario. Presidente que, como todo el mundo sabe, ya no se llama Polanco, sino Colombo.

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