Progreso
Supongo que el progreso tiene sus penalizaciones. Pero si sirve de algo, está bien recordar cómo hace cien años el río Tajo era un medio de comunicación y de transporte de madera desde las serranías de Cuenca a los aserraderos situados en Aranjuez.
Por esos años había pescadores de anguilas que vivían de su venta. Sólo hace treinta años, en las playas junto al río Tajo se podían juntar trescientas personas en playas como La Pavera, El Cortao, La Rotura o El Rancho Grande. Hoy, donde yo aprendí a nadar había un señor mayor, solo, sentado en la tierra viendo el arroyo seco que es el Tajo.
Supongo que el progreso es bueno para algunos, pero no para los ríos.
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