Oficio de años
Traducir, a finales de los años cincuenta, Crónica, de Saint John Perse, constituía un acto de afirmación literaria respecto al clima dominante en la época. Manuel Álvarez Ortega (Córdoba, 1923) lo hizo. En tiempos de garcilasismo y poesía social, ese acto hablaba, además, de una tradición lírica muy alejada de la que prevalecía en la España de posguerra.
Casi medio siglo ha pasa
DESPEDIDA EN EL TIEMPO. Antología poética (1941-2001)
Manuel Álvarez Ortega
Edición de Marcos-Ricardo Barnatán. Huerga & Fierro
Madrid, 2005
352 páginas. 16 euros
do desde entonces. Y 53 años entre la publicación de su primer libro poético, La huella de las cosas (1948), y los últimos textos de Heredad de la sombra (2001). Estamos ante un poeta extraño, de una trayectoria equiparable, por su lateralidad respecto a los grupos canonizados, a los de otros poetas mayores, también andaluces, como Rafael Pérez Estrada, Vicente Núñez o, en un plano distinto, Rafael Guillén. De un poeta cuya obra, desde sus orígenes, ha transitado por una senda en claroscuro, hecha de luz y de sombra. Eso quiere decir que se trata de una obra unitaria y obsesiva en los temas pese a ser muy extensa. Esa unicidad y el permanente acercamiento a cuantas obsesiones estaban presentes en sus primeros libros, hacen de Despedida en el tiempo algo más que una antología. El volumen puede ser leído, sin merma, como un poemario en el sentido más integral y profundo de la palabra. Las dualidades amor/muerte, dolor/gozo o espíritu/materia, el entrañamiento con la tierra, la memoria de la infancia -otra forma de entrañamiento-, la inclinación hacia las zonas oscuras del pensamiento y de la vida, el Sur como metáfora de la luz y de la juventud, encuentran en una estética de verso largo, flexible y musical, de metáforas y comparaciones hechas con inteligencia e intuición, de destellos irracionalistas a medio camino entre lo surreal y lo simbólico, el recipiente adecuado. El lector visita un universo proteico, hecho de patios de atardecer, de naturalezas nocturnas, de mares oscuros y ruinas, de veranos rurales y de escenarios religiosos paganizados, de iconografía funeraria -Invención de la muerte (1964) es uno de sus libros más emotivos- en la que sorprendemos una extraña mezcla entre una luz que parece aprendida en el primer Aleixandre y la oscuridad fúnebre de las pinturas de Valdés Leal ("un dios / rodeado de muerte civil / y obscenos esqueletos") o los versos de Éluard o Breton. La poesía de Álvarez Ortega mantiene un tono equilibrado, una tensión lírica sostenida pese a prolongarse a lo largo de 52 años. No hay caídas y a veces nos sorprenden imágenes con una fuerza perturbadora: "Tú vienes de la sombra eres germen de un reino / que cambia sol por sangre vida antigua por sueño".
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