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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El encanto de un pionero

O'Henry, seudónimo de William Sideny Porter (1862-1910), es uno de los grandes creadores del cuento norteamericano. Hay dos en este volumen que pertenecen ya a la memoria de la gente. Son El regalo de los Reyes Magos y La última hoja. El primero cuenta la historia de una joven pareja sin recursos que, a la hora de hacerse un regalo por Navidad, crea una situación divertida y paradójica. Y con un sistema de casualidad encontrada o de lo que podríamos llamar "paradojas de la vida", es muy del gusto de su autor. El segundo relato, también imperecedero, es el de la muchacha tísica que espera ver por la ventana de su cuarto de enferma la caída de la última hoja para morir.

Todos los personajes de O'Henry son gente modesta de clase baja, de escasos recursos o directamente pobres. Son empleados, camareros, vagabundos, dependientas...

CUENTOS DE NUEVA YORK

O'Henry

Traducción de León Mirlas

Espasa. Madrid, 2005

216 páginas. 14,90 euros

en la Nueva York de principios de siglo; a menudo jóvenes y casi siempre acuciados por un asunto común: la comida, el hambre, la ropa... Gente modesta que sueña con dejar de serlo, pero a los que la realidad nunca deja de recordarles cuál es su sitio. Sin embargo, están llenos de ilusiones, luchan por sobrevivir y a menudo encuentran sólo pequeñas satisfacciones o cosechan amargos resultados. Es curioso comprobar que en todos los cuentos hay una intención moral que se expresa siempre por sucesos paradójicos y que esa intención moral está siempre matizada por un humor, me atrevería a decir que bondadoso, que procede del tono y del tratamiento paradójico de las historias que relata.

Lo que resulta ser no menos paradójico es la relación entre vida y literatura en O'Henry. La bonhomía de sus cuentos contrasta seriamente con su vida, una vida, por otra parte, propia de aquellos años turbulentos de los comienzos de la literatura norteamericana que dio autores como Ambrose Bierce o Stephen Crane, autores de vida turbulenta, precaria y aventurera. O'Henry fue en su juventud dependiente de un drugstore, ranchero, trabajó luego como delineante y como empleado de banca, empleo que abandonó para fundar una revista llamada The Rolling Stone y al fracasar en este proyecto se dedicó al periodismo. Al poco fue acusado de desfalco en el banco en el que había trabajado y huyó a Centroamérica donde vivió aventuras sin cuento hasta que la agonía de su esposa lo obligó a regresar a Estados Unidos; allí fue apresado y cumplió tres años de prisión. Necesitado de dinero para cuidar de sus hijos, empezó a escribir cuentos que tuvieron un éxito inmediato, pero el alcoholismo al que venía atado desde joven acabó por destruirlo.

La paradoja es que semejan

te sujeto escribiera textos que son lecciones morales montadas en anécdotas tan breves como ingeniosas, textos llenos de compasión y de comprensión por la condición humana, joviales, incluso jovialmente tristes cuando llegaba el caso, pero en ninguno de los cuales hizo concesión a la ñoñez o a la facilonería emocional. La cabeza de O'Henry funcionaba muy bien y en todos sus cuentos, alegres o amargos, hay un fondo de buen humor acompañado por una exigente e impecable lucidez.

En este volumen se reúnen los relatos publicados originalmente bajo el mismo título y algunos más. El más duro de todos ellos quizá sea El cuarto amueblado, una historia tristísima de un joven que busca en diversos cuartos de pensión el rastro de la muchacha amada; la utilización de los objetos del cuarto como elemento expresivo de la búsqueda es una maravilla, una verdadera lección de creación de un clima a través de las cosas asediadas por la ansiedad. También en este volumen se encuentran cuentos inolvidables, como Pasajeros en Arcadia, paradigma de su estilo, o El péndulo, un ejemplo de ingenuidad moral que alcanza la moraleja por la pura sugerencia. Y hay bromas estupendas, como El perfil encantado o El alegre mes de mayo, cuya obertura está escrita como un ballet del mejor musical de la Metro. Lo que sí conviene señalar es el hecho de que en una colección que propone relecturas guiadas por traducciones clásicas se permite utilizar esta que contiene serias pifias y frases incomprensibles producto de un mal entendimiento del idioma de partida. A pesar de todo, quien quiera disfrutar de unos relatos encantadores escritos con verdadera maestría tiene aquí su oportunidad. No le defraudará este aire fresco que acompaña el buen talante de uno de los pioneros del relato americano.

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