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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cañonazos de fogueo

Javier Ocaña

Un buen guión, en las manos equivocadas. Michael Bay, con su estética de acelerado anuncio de perfumes y su empeño en convertir todas sus películas en una apoteosis de la explosión, ha barnizado una escritura resultona con una enorme capa de supuesto espectáculo visual y le ha quedado una de esas bombas rellenas de nada a las que ya nos tiene acostumbrados. La isla, historia ambientada en un futuro próximo acerca de la clonación, la hipervigilancia, las innovaciones científicas y el control de las masas, se une así a la larga lista de cañonazos de fogueo creados por Bay en los últimos años, caso de La roca, Armageddon o Pearl Harbor, en la que fue capaz de trivializar un drama como el del histórico bombardeo hasta venderlo casi como una victoria de Estados Unidos.

LA ISLA

Dirección: Michael Bay. Intérpretes: Ewan McGregor, Scarlett Johansson, Sean Bean, Steve Buscemi. Género: ciencia-ficción. EE UU, 2005. Duración: 136 minutos.

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Tampoco es que el guión de La isla, ideado por Caspian Tredwell-Owen (y culminado por Alex Kurtzman y Roberto Orci), descubra la pólvora, pero sí que mezcla bien unos cuantos referentes básicos de la historia de la literatura y del cine con una pizca de observación de la sociedad contemporánea y de las líneas de avance de la medicina, la ciencia y la política de los Gobiernos más poderosos.

Chistes lamentables

Si obviamos un par de lamentables chistes con las mujeres y los homosexuales como pasto de las gracias, las líneas generales de la película tienen fuste en su base, marcada por algo así como el descubrimiento del Santo Grial de la medicina. En La isla se dan cita la vigilancia exhaustiva del Gran Hermano de 1984, de George Orwell, además de algunas de sus tramas secundarias -la amistad entre encerrados que comienzan a hacerse preguntas, la pareja que se escapa...-; la luminosa estética de color blanco y la prohibición del sexo de THX1138 (George Lucas, 1971); los invernaderos de cuerpos humanos de Coma (Michael Crichton, 1978); la burocracia futurista de Gattaca (Andrew Niccol, 1997); la obsesión por la seguridad de Minority Report (Steven Spielberg, 2002) y, por supuesto, los diseños urbanísticos de Blade Runner (Ridley Scott, 1982).

Un cúmulo de citas que podría haber tenido su chispa si no fuera porque, pasados tres cuartos de hora de película, Bay vuelve a lo de siempre, a sus mil planos por minuto, a los gratuitos movimientos de cámara y, en definitiva, a preocuparse más por las inevitables luchas de artes marciales y persecuciones automovilísticas que por la lógica de sus personajes y la presumible potencialidad y profundidad de la historia.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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