Incendios

No he podido por menos, tras la lectura del Real Decreto Ley 11/2005 que aprueba medidas urgentes en materia de incendios forestales, que reflexionar acerca de la incompetencia, desprecio por las libertades de los ciudadanos y demagogia que se desprenden de tal disposición. Parecería lógico que las medidas a adoptar fueran de carácter constructivo; por ejemplo, arbitrar créditos para la limpieza de los bosques, mantenimiento de cortafuegos, creación de unidades de vigilancia y retenes de bomberos, reglamentación para la utilización de los bosques y, ¿por qué no?, sanciones elevadas para aquellos que realicen actos que supongan un peligro. Pero no, es mucho más sencillo y al parecer más rentable políticamente prohibir, verbo al que tan aficionados son nuestros políticos. No sé si alguien se ha parado a pensar que el real decreto supone impedir a la práctica totalidad de los españoles el disfrute de los montes ya que, al vedarse la circulación por todas las pistas forestales, el acceso a la mayoría de los lugares queda cerrado a todo aquel que no sea joven, atlético y disponga de tiempo de sobra para largas marchas monte arriba durante muchos kilómetros. Es evidente que lo más fácil es prohibir, pero, siguiendo la misma lógica, el Gobierno podría, o más bien debería, prohibir la circulación de automóviles por las carreteras y así acabaría con los accidentes de tráfico, prohibir los bares y terminaría con las borracheras callejeras, cerrar los estancos y eliminar el tabaquismo... Y así hasta encerrar a los ciudadanos en su casa, vigilarlos con cámaras de vídeo y reglamentar su vida para que no molesten. ¿En el fondo no será eso lo que de verdad quiere tanto demócrata con talante.