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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Caos sangriento

Otros catorce infantes de Marina muertos ayer por una mina convierten las últimas jornadas en algunas de las más sangrientas para las tropas de EE UU desde que invadieran Irak. En semanas recientes han perdido la vida 45 soldados en acciones armadas en la provincia occidental de Al Anbar, corazón de la insurgencia suní árabe. A esta imparable lista, que lleva a más de 1.800 los militares estadounidenses muertos desde que comenzó una guerra ahora oficialmente inexistente, hay que añadir el asesinato de un periodista de la misma nacionalidad en Basora, poco después de escribir que la ciudad sureña se va convirtiendo en feudo del fundamentalismo chií.

Es un hecho que ni militar ni políticamente hay dividendo alguno para la paz en Irak, pese a las renovadas proclamas del presidente Bush. Las teorías avanzadas por Washington sobre las diferentes fases del conflicto se van disolviendo en una realidad cada vez más sangrienta que, de no mediar algún compromiso fundamental entre los diferentes bandos, apunta a una abierta guerra civil. También las especulaciones del jefe del Pentágono sobre recortes de tropas son rehenes tanto de los ataques enemigos como de los profundos desacuerdos constitucionales entre chiíes -ganadores de las elecciones-, kurdos y suníes, dominantes éstos con Sadam Husein y preteridos ahora en el bosquejo del nuevo país.

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Las redobladas presiones de Washington han conseguido que la comisión de 71 miembros no aplace seis meses la redacción del texto. Se insiste ahora en que estará listo el 15 de agosto, como estaba previsto, pero chiíes y kurdos están mucho más interesados en sus propias agendas disgregadoras que en promover en la Constitución la unidad del país. Los kurdos han ganado una enorme autonomía en el norte. Y allí y en el sur chií se concentra la mayor parte del petróleo iraquí. La receta es el desastre si los suníes, que se oponen frontalmente a una estructura federal que les arrinconaría económicamente en su zona de influencia, no son incorporados en igualdad de condiciones a un Irak unificado.

El mismo calendario todavía vigente, que prevé que el texto constitucional sea votado en referéndum el 15 de octubre para servir de marco a unas nuevas elecciones generales dos meses después, es papel mojado si persisten el grado de violencia actual y las divergencias políticas. El primer borrador conocido hace unos días dibujaba un Estado medieval y cuasi teocrático, absolutamente alejado de las promesas democratizadoras estadounidenses. Aún hoy, cuando sus redactores anuncian progresos, sigue sin haber acuerdo sobre temas tan cruciales como el papel de la religión en el Estado o los derechos de las mujeres. No sólo permanecen irresueltas las amenazas de separatismo étnico y religioso. Hay todavía en el proyecto constitucional elementos tan inadmisibles como el sometimiento femenino a la autoridad religiosa.

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