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Arabia Saudí despide al rey Fahd con una austera ceremonia en una mezquita

Dirigentes árabes y europeos acuden a Riad para homenajear al fallecido monarca

Nada de grandes funerales de Estado, con llantos. El islam suní wahabí que rige la sociedad saudí desde hace más de 70 años lo prohíbe. El rey Fahd fue enterrado ayer en la capital saudí como cualquier creyente anónimo. Tras una corta oración de despedida en la mezquita del imán Turki ibn Abdalá, en la zona vieja de Riad, el cuerpo sin vida del monarca saudí, envuelto en un sudario blanco y cubierto por el último atuendo que vistió, fue trasladado al cementerio. Más de 30 dirigentes de todo el mundo asistieron a los funerales.

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La mezquita de color ocre del imán Turki ibn Abdalá, la más grande de la capital saudí, estaba repleta de gente. La oración estaba a punto de empezar, cuando el cuerpo sin vida del rey Fahd entró por la puerta principal del templo a hombros de miembros de la familia real y apoyado sobre una sencilla mesa de madera. Los restos del monarca estaban envueltos en el último bisht -vestido marrón tradicional- que vistió.

Fue el nuevo rey Abdalá quien, poco después de la una y media de la tarde (hora local), presidió la oración. Tras el rezo comunitario, el gran muftí de Arabia Saudí, Abdelaziz bin Abdalá al Cheij, máxima autoridad religiosa del país, recitó versículos del Corán y las imprecaciones por el descanso de Fahd.

La piedad en la mezquita contrastó con las importantes medidas de seguridad. Mientras la familia real saudí y los dirigentes musulmanes extranjeros, entre ellos los presidentes iraquí y palestino, Yalal Talabani y Mahmud Abbas, rezaban, cientos de policías armados garantizaban la seguridad durante la oración.

Un funeral sin lujo, llantos, ni largas despedidas, tal como exige el islam wahabí que rige la sociedad saudí. Tras la oración, el cadáver del rey Fahd fue trasladado en ambulancia al cementerio de Al Ud, a unos cinco kilómetros de la mezquita. La tierra del cementerio contrastó con los paraguas multicolores que llevaban miembros de la familia real para protegerse del sol -la temperatura alcanzaba los 45 grados-. Vestidos de blanco, los presentes formaban una larga orla blanca alrededor de la tumba de Fahd. El difunto fue enterrado a ras del suelo, en una parcela anónima, sin sepultura marcada. Tal y como prescribe el rito wahabí, sólo dos testigos de tierra marcaron la tumba.

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Los líderes de religión distinta a la musulmana no pudieron penetrar en la mezquita ni acudir al cementerio. Al menos 36 jefes de Estado y representantes de todo el mundo acudieron a Riad. Todos participaron sin embargo en la ceremonia oficial de condolencias que tuvo lugar en el palacio real. Entre los presentes, se encontraban el presidente francés, Jacques Chirac; el príncipe Carlos de Inglaterra, y el vicepresidente de EE UU, Dick Cheney.

En las calles de todo el país la vida siguió con normalidad. Las tiendas, los restaurantes, los bancos y las administraciones no cerraron sus puertas.

Miembros de la familia real saudí llevan a hombros el cadáver del rey Fahd envuelto en el último atuendo tradicional que vistió.
Miembros de la familia real saudí llevan a hombros el cadáver del rey Fahd envuelto en el último atuendo tradicional que vistió.REUTERS

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