"La descarga es lo más peligroso al apagar un incendio"
Un habitáculo cerrado en el aeropuerto de Valencia. Fuera, descansan los aviones Fireboss que Julio Míguez e Ignacio Madrigal mantienen a punto para cualquier emergencia. El veterano Míguez lleva la voz cantante; el aprendiz, Ignacio, que todavía no ha apagado fuegos, asiente.
Pregunta. ¿Están alerta?
Respuesta. Por turnos, pero debemos estar preparados a todas las horas del día.
P. ¿Son muchos aquí?
R. Unos veinte. Cubrimos toda la cuenca mediterránea, parte de Aragón y, a veces, vamos a Portugal.
P. Este año no se aburrirán.
R. En 10 días hemos hecho cinco viajes. Todos los días hay un incendio.
P. ¿De quién es la culpa?
R. El 90% se debe a la acción del hombre; el resto se debe a la naturaleza, tormentas eléctricas y ese tipo de fenómenos.
P. ¿Se especula con el fuego?
R. Hay mucha provocación de incendios, y parte de éstos se deben a la especulación, pero no tanto como hace años, porque se ha regulado bien al respecto.
P. Somos descuidados, entonces.
R. La gente accede al monte con demasiada facilidad y hay descuidos y mucha falta de conciencia con las colillas y las paellas. Luego están los que tiran colillas desde los coches, había que denunciar más esas cosas, son unas imprudencias tremendas.
P. ¿Qué es lo más peligroso a la hora de apagar un incendio desde un avión?
R. La descarga. Primero hay que acercarse al terreno, y para eso hay que tener en cuenta varios factores, la temperatura, por ejemplo, que influye mucho porque hay que acercarse lo máximo posible para soltar la carga, que tiene que ser violenta para que resulte efectiva y no se pierda. Hay que ajustarla lo máximo posible y estar preparado, porque cuando la sueltas, el avión sufre un gran impulso hacia arriba, que debes controlar.
P. Habrá más peligros, además.
R. El humo es muy peligroso, y la orografía. Dependiendo de qué sitios, eso puede ser lo que más asusta. No es lo mismo descargar en un llano que en un sitio abrupto, porque tienes que descargar cerca del fuego y buscar la salida rápido.
P. ¿Con qué apagan los fuegos?
R. Agua y retardante, que es una sustancia química compuesta de fosfatos que retrasa la combustión. También espumantes, que tapan el fuego.
P. ¿Lo echan todo junto?
R. Depende de los sitios. Si es un fuego de copas, en las partes altas de los árboles lanzamos retardante; si el incendio está en la parte baja del monte, espumante.
P. ¿Qué hay que estudiar para apagar incendios?
R. Un curso de piloto comercial y agroforestal. Poca gente se dedica a esto.
P. ¿Ganan bien?
R. En una campaña puedes ganar mucho dinero, pero las campañas duran tres meses; el resto del año, nada.
P. ¿Son pilotos por vocación?
R. Por mucha vocación [res-ponden a dúo]. De siempre.
P. Y de mujeres, ¿es cierta la leyenda del piloto ligón?
R. Más bien las mujeres nos pilotan a nosotros.
P. ¿Es un sueño volar? ¿O es mejor aún?
R. Es todavía más bonito de lo que imaginábamos de pequeños. Los amaneceres sobre todo, ¿no crees, Nacho? "Totalmente", dice el joven aprendiz.
P. ¿Asusta ir a apagar un incendio?
R. No, algunas cosas inquietan más que otras. La primera descarga, sobre todo, siempre es una incógnita.
P. ¿Qué se hace primero?
R. Primero se reconoce el terreno, se da una pasada para ver como está la cosa.
P. ¿Son cruciales los aviones para apagar fuegos?
R. Cuando se utilizan bien, sí. Pero hay veces que si no estamos bien dirigidos resulta todo inútil. Otras veces sirven de ayuda psicológica para los que están abajo, levantan la moral de los que trabajan sobre el terreno. Ahora, lo que hace un avión con una descarga, no lo hacen 20 tíos en un día.
P. ¿Cómo se coordinan con los que están abajo?
R. Hay un responsable que suele estar en un avión y un ingeniero de montes que manda sobre el terreno.
P. ¿Qué impresiona más? ¿El calor? ¿Los olores?
R. El calor, no. Los aviones van bien equipados con aire acondicionado. El olor sí, a leña quemada, como una barbacoa pero a lo bestia.
P. ¿Se siente mucha impotencia desde arriba?
R. Muchas veces. Cuando estás siete días dale que te pego y no consigues nada, piensas: ¿quién me mandaría meterme en este negocio?
P. ¿Cuál ha sido el peor que recuerdan?
R. El de Siete Aguas, en 1991, casi se nos queman los aviones. [El veterano Míguez lo cuenta como un auténtico infierno].
P. ¿Tiene mal carácter la naturaleza?
R. Muchas veces es pólvora y, además, el viento se hace amigo del fuego y, por tanto, se convierte en nuestro otro peor enemigo; esa mezcla convierte las salidas en una experiencia muy chunga.
P. ¿Cómo les gusta definirse?
R. Somos bomberos del aire. Es curioso, pero de pequeño, yo [Julio] era lo que quería ser, bombero.
Bomberos del aire
Llegan con la moral baja. El dueño de ATS, la empresa de aviones en la que trabajan, Vicente Huerta Gallego, había muerto ese día y venían del entierro. Uno, Julio Míguez, de 54 años, luce una veteranía de cuajo y ha perdido la cuenta de las miles de horas que ha echado en el aire apagando incendios; el otro, Ignacio Madrigal, está deseando empezar a combatir fuegos. Los dos son pilotos civiles, "gracias a Dios", pero están sujetos a la batalla del fuego.
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