El abandono de los Dioses
Baco, Dionisios, los Dioses del Vino que nos regalaron tanta variedad de uvas y vinos y nos enseñaron a domesticar la vid para que sus mostos sean del agrado del hombre. Hoy en pleno siglo XXI, nos tienen abandonados, y nuestros barcos cargados de vino navegan a la deriva. La osadía y el egoísmo del hombre empiezan a pasar factura.
En vez de dedicarnos a trabajar la tierra con mimo y cariño para obtener cada vez mejores frutos, nos hemos pasado los últimos veinte años aumentando las hectáreas de plantación de viñedos donde crecía cereal, frutas, y hortalizas... Todo ha servido para el nuevo maná de nuestros días. Y claro, teníamos que terminar pagando tanta osadía, y así nos encontramos que en la actualidad a las bodegas les sobra vino por todas partes.
A dos meses de recolectar la nueva cosecha, la situación para los que no han sabido plasmar en el vino sus señas de identidad, se avecina dramática en este ciclo de los famosos dientes de sierra en el que parece estar abocado nuestra economía.
Evidentemente, en este mare nostrum en el que navegamos, todos tenemos nuestra pequeña parte de culpa. Empezando por los prescriptores especializados, que muchas veces alaban productos que no tienen la calidad suficiente, y lo reflejan en los medios, sin saber a qué intereses obedecen, ¿o quizá sí? Creando así la confusión entre los lectores y amantes del vino.
¿En base a qué referente se guía la bodega para poner precio a sus vinos? ¿a la calidad? ¿a la exclusividad? ¿o al capricho del bodeguero de tener un vino más caro que su vecino?. Por no hablar del último invento de muchos elaboradores que nos regalan vinos de alta expresión sin que sepamos ni de dónde proviene la criatura.
Los canales de distribución también tienen qué opinar al respecto, pues en su afán de venta, saturan los almacenes del hostelero, sin importarles si éstos venderán el producto antes de que pierdan sus cualidades. ¿Acaso no saben que en un producto servido en mal estado, el primer perjudicado es la propia marca? Y de la hostelería qué nos queda decir que no suframos en el día a día; servicios de vinos sin temperatura adecuadas, copas en mal estado y de pésima calidad. Y la última corriente que se comprueba en los bares; marcas de vinos que no conoce nadie y de pésima calidad. La pendiente hacia el dessastre parece inevitable y clara, y así entre todos acabaremos con la gallina de los huevos de oro.
Sin embargo es tiempo para reaccionar y el verdadero aficionado al vino se preocupará de seguir probando caldos nuevos, bien a través de tiendas especializadas o en club de vinos como nuestros vecinos europeos, donde las fronteras hace tiempo que han desaparecido. Así nos han llegado sin querer los caldos de otras denominaciones de origen, como los mostos del Nuevo Mundo que ocupan cada vez más sitio en nuestras mesas.
Ante este panorama sólo nos queda ampliar información, cultura, y conocimiento por parte de todos los que acariciamos las botellas, bien sea como medio de vida o como disfrute.
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