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EL ENREDO
Columna
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Las tres zaplanitas

YA ME EXPLICARÁN USTEDES para qué demonios sirven los niños. Con los avances tecnológicos, biogenéticos y comerciales, anda que no sería posible ir al súper y encargar un abuelo, una madre, dos tíos, un amante y cuatro o cinco amigos (dos abstemios, dos borrachos y un gourmet). También un cuñado gorrón y una prima neurótica. Nunca más debemos caer en la trampa del siglo XX, que ha sido la de imaginar utopías, mundos felices sin imperfecciones. Un mundo sin niños. ¡Qué veranos tendríamos, qué veranos!

No quieren puré, no quieren verdura, no quieren fruta, no quieren dormir, no quieren callarse, pegan, protestan, gritan... ¡Son como Zaplana! Estoy de vacaciones con tres niñas de tres años, y es como estar con tres zaplanitas. Sólo les falta aprender a enarcar las cejas y decir: "Yo no afirmo nada, sólo pregunto". El día que lo digan se me escapará un revés, lo sé. Las tres zaplanitas. Son implacables. ¿Qué más les dará el color del flotador? Sólo hay uno rosa, los otros dos son blancos. Qué le vamos a hacer. Los chinos sólo tenían uno rosa y las tres lo quieren rosa. ¿Podemos hacer turnos? No. O sí: por turnos lloran, de dos en dos. Las dos que quedan en la oposición se alían contra la otra, le quitan el flotador rosa, y cuando lo tienen se pelean entre ellas. La historia de España. Después toca sandalias. Quiero sandalias, quiero sandalias, quiero sandalias. Ten sandalias. Quiero otras sandalias, quiero otras sandalias, quiero otras sandalias.

Nunca más debemos caer en la trampa del siglo XX, que ha sido la de imaginar mundos felices sin imperfecciones

Cuando la gente dice que los políticos son como niños, no recuerda cómo son los niños. Los dejamos todo el año en la escuela, y sabemos cómo se llaman porque muchos llevan nuestro nombre. Si no, de qué. Lo lógico sería que estuviéramos todo el año con los niños, y en verano, cuando hay tiempo para reír, disfrutar y educar, con los políticos.

-A ver, Rafaelito, ven aquí. ¿Tú por qué querías pegar a Rubalcaba?

-Es que, es que, es que, es que...

-Es que qué.

-¡Es que me dijo caradura!

-¡Mecachis los chichinabos! Alfredito, ven aquí.

-Es que, es que, es que, es que...

-Tú no te hagas el tartaja, Alfredo, que aquí nos conocemos todos. ¿Qué le has hecho al pobre Rafaelito Hernando, que como todo el mundo sabe es un santo que destaca por su ponderación y ecuanimidad?

-Es que nos echa muertos encima.

-¡Mecachis los marmolistas! Venid aquí los dos: ya está bien de jugar con los muertos, ¿entendido? Todo el año igual.

Naturalmente, no harán ni caso. O sí, pero será porque les dé la gana. Como en el acuerdo que tenemos con las tres zaplanitas: no obedecen nunca, pero aceptan hacer lo que dice un adulto si es porque a ellas les da la gana. Hay una cierta renuncia a la autoridad, sí, pero todos sabemos que muchas veces hay que elegir entre ganar discusiones o resolver conflictos. Eso lo entienden hasta las niñas de tres años. Lo malo es que no tenemos políticos de tres años. En España lo hacemos todo al revés.

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