La Carta de Barcelona: más y mejor gestión
El régimen especial para la capital catalana supone más recursos, participar en las infraestructuras y la justicia de proximidad
La historia de la Carta de Barcelona se podría resumir en la ambición de la ciudad de poder gestionar más y mejor. Ése fue el espíritu del primer antecedente -se podría precisar que de la era moderna- de la Carta: el decreto 1166 de 1960, que reconoció a la ciudad un régimen especial. Pero, ¿especial en qué? Para empezar, aquel decreto supuso para la ciudad una mejora importante en sus ingresos con la aplicación del impuesto de erradicación sobre la actividad comercial, que posteriormente se convirtió en el impuesto de actividades económicas (IAE). Las otras dos aportaciones principales de aquel régimen especial fueron la organización política y la creación de la Comisión de Urbanismo y Servicios Comunes. Ése fue el instrumento encargado de plantear las cuestiones metropolitanas, entre ellas la planificación territorial. "Fue muy ambiciosa", en opinión del urbanista Jordi Borja, quien cree que pese a todos los excesos de la política urbanística de aquella época, con José María Porcioles como alcalde, el decreto de 1960 fue útil para la ciudad. Hay quien defiende que aquel decreto pudo ser una estrategia del franquismo: dar más vida a la capital para desactivar el discurso nacionalista.
Llegó la democracia y, con ella, la reforzada voluntad de dotar a la ciudad de más competencias y mejor financiación. Pero el acuerdo entre las diferentes fuerzas políticas se demoró. La primera propuesta fue presentada por Jordi Borja en el plenario municipal en marzo de 1991. "Los temas importantes eran tres: el reconocimiento de un gobierno metropolitano -que cuatro años antes, en diciembre de 1987, había sido anulado por el Gobierno de Jordi Pujol-, que la ciudad gestionara de forma compartida las infraestructuras de transporte y que el alcalde tuviera más competencias en seguridad y justicia", señala Borja. Aquel hilo argumental es, en realidad, el que se siguió durante años. Hasta julio de 1997, cuando el consistorio logró aprobar por unanimidad el texto que un año después fue refrendado por el Parlament. No fue fácil poner en marcha la llamada parte catalana, es decir, el acuerdo entre Generalitat y Ayuntamiento para compartir competencias en cuestiones como bienestar social, vivienda, enseñanza y cultura. Pero más difícil fue todavía llegar a un acuerdo con el Gobierno central en lo restante, que, además, era lo más sensible: financiación, seguridad y justicia de proximidad. La última legislatura del PP fue de parálisis total.
La Administración socialista actual ha moldeado la necesidad de dar vía libre a la Carta de Barcelona por el compromiso adquirido por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Lo ha hecho introduciendo alguna correción. Sobre todo en lo tocante a las aspiraciones de la ciudad de tener la cesión directa del IVA (20%), de la renta (10%) y de los impuestos especiales (30%). Ése fue el cálculo que hizo Barcelona para afrontar los gastos de capital del área metropolitana, sobre todo en tres aspectos: los equipamientos culturales, la red de transporte público de la ciudad real que es -la que abarca 500 kilómetros cuadrados- y la inversión que requerirá el despliegue de la justicia de proximidad. Redondeando, unos 100 millones de euros. La cesión de los impuestos está recogida en el texto final como una posibilidad futura. Así que la fórmula que se ha elegido para atender esos gastos no son los impuestos sino unos convenios finalistas que supondrán a las arcas municipales entre 50 y 60 millones anuales.
Además de la financiación, la introducción de la justicia de proximidad -jueces de distrito para resolver los conflictos menores a consecuencia de la convivencia- y la participación en la gestión de las infraestructuras -aeropuerto, puerto y red de cercanías- son las dos aportaciones más singulares de la Ley de Barcelona. En materia de seguridad, la Carta da rango de policía judicial a la Guardia Urbana y establece la creación de un cuerpo de personal auxiliar de la policía municipal -los actuales agentes de los parquímetros-, que impondrá sanciones. Uno de los capítulos que puede tener cierto impacto es el dedicado al tráfico y seguridad vial, que introduce la inmovilización de los vehículos cuando superen el tiempo pagado en el parquímetro y cuando se conduzca con permiso caducado o sin seguro.
JOSÉ CUERVO (PSC). Permite a Barcelona ser reconocida como gran ciudad
Se trata de un momento decisivo que permite a Barcelona ser reconocida como la gran ciudad que es, y completar, consolidar y mejorar la arquitectura jurídica, competencial, económica y financiera del Ayuntamiento de Barcelona.
La Carta Municipal de Barcelona otorgará a la ciudad una mayor participación en la gestión de las infraestructuras del Estado, tales como el puerto, el aeropuerto, el sistema ferroviario, la red de telecomunicaciones y la gestión del patrimonio cultural. Asimismo, la aplicación de la Carta Municipal reforzará la autoridad del Ayuntamiento y del alcalde, reconocerá un régimen financiero para Barcelona y la implantación de la justicia de proximidad, una iniciativa única que permitirá afrontar los conflictos cotidianos. Es, sin duda, una herramienta de futuro que beneficia a todos los ciudadanos de Barcelona.
JORDI PORTABELLA (ERC). La función básica es hacer la vida más fácil a los ciudadanos
La Carta de Barcelona significa atender mejor a la ciudadanía. Todas las grandes metrópolis tienen competencias especiales. Barcelona reclama básicamente cinco cosas: la capitalidad; justicia de proximidad para atender mejor y más rápido los pequeños incidentes que se producen; autoridad del máximo mandatario de la ciudad para aquellos aspectos relacionados con la cotidianidad de las personas; una financiación que permita extender las infraestructuras a todo el territorio barcelonés, y, como todas las ciudades importantes, el reconocimiento de la ciudad real. Esta Carta Municipal, igual que el Estatut, tiene como función básica hacer la vida más fácil a los ciudadanos. Hoy por hoy, Barcelona es la ciudad con más capacidad de autogestión dentro del municipalismo estatal porque fuimos los primeros en preocuparnos por la ciudadanía.
IMMA MAYOL (ICV-EUiA). La justicia de proximidad será más agil para los pequeños conflictos
La Carta es un hito histórico para la ciudad de Barcelona, que la ha reivindicado durante más de 20 años, con algunos periodos de negociación que, por motivo de la aritmética parlamentaria, resultaron del todo estériles. Finalmente, hemos logrado cerrar un acuerdo con el Gobierno central, y nuestro reto debe ser ahora explicar a la ciudadanía de Barcelona su trascendencia, pues la Carta no es un debate supraestructural entre políticos, sino que dota al Ayuntamiento de poderosos instrumentos para atender mejor los problemas cotidianos de la gente. Un ejemplo evidente es el de la justicia de proximidad, que hemos reclamado largamente para agilizar la resolución de pequeños conflictos, huyendo de la lentitud exasperante del actual sistema judicial. Además, la Carta supone un esperado reconocimiento a la realidad metropolitana de Barcelona.
XAVIER TRIAS (CiU). Barcelona tiene un régimen especial porque es la capital catalana
Se trata del proyecto de ley que desarrolla y regula las competencias de titularidad estatal que queremos ejercer desde el Ayuntamiento para mejorar la eficacia y los servicios que se prestan a los barceloneses en ámbitos tan decisivos como los de la seguridad, las infraestructuras, la justicia de proximidad o los ingresos financieros. Hemos conseguido, no sin dificultades, un buen acuerdo. La Carta Municipal deja claro que Barcelona tiene un régimen especial porque es la capital de Cataluña; recupera y da garantías de que el Ayuntamiento participará en los impuestos estatales, lo que asegurará unos mayores ingresos, al tiempo que elimina la tutela y la dependencia del Estado y otorga mayor autoridad al alcalde y el gobierno municipal para hacer cumplir las normas. Necesitamos ahora una tramitación parlamentaria rápida en Madrid.
ALBERTO F. DÍAZ (PP). La abstención permitirá al PP mejorar la Carta de Barcelona
La abstención permitirá al Partido Popular seguir trabajando para mejorar la Carta y conseguir la que Barcelona necesita. No negamos que la Carta es una buena herramienta, pero se puede mejorar aún mucho más. El grupo del PP trabaja para que la abstención sea un voto favorable en el seno del Congreso siempre y cuando se refuerce la figura del alcalde en materia de seguridad, haya una mejor financiación y aumenten los recursos. El anteproyecto que se aprobó en el pleno del Ayuntamiento únicamente hacía mención de la cesión de los impuestos de la Generalitat, lo que implicaba una "tutela" del Gobierno catalán, mientras que ahora es posible la cesión de los impuestos del Estado. Para mí, la futura Ley de Barcelona debe dar respuesta a las necesidades de la ciudad. Más seguridad, mejor justicia y más dinero para los servicios sociales.
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