28 años de cárcel para los impulsores de la red de pederastia de Angers
El tribunal de Angers (Francia) que ha juzgado a 65 acusados de violar o prostituir a 45 menores, incluidos sus propios hijos y nietos, condenó ayer a dos de los pederastas a 28 años de cárcel. Las demás penas -tres de los acusados han sido declarados inocentes- oscilan entre los 26 años y los cuatro meses de cárcel. El fiscal había reclamado 30 años de reclusión para los principales acusados pero el jurado parece haber tenido en cuenta la situación de buena parte de los implicados, en muchos casos víctimas, cuando niños, de violencia sexual por parte de sus progenitores afectados también por distintas formas de minusvalía mental.
El proceso de Angers, ciudad francesa próxima al Atlántico, es el mayor que ha conocido el país sobre pederastia. El caso estalló a raíz de las quejas de unos niños, que en febrero del 2002, aseguraron ser objeto de malos tratos. La policía investigó y lo que al principio se tomó a la ligera, como un bofetón de más en una familia algo dada a empinar el codo, se reveló como un entramado que implicaba a 66 adultos -uno de ellos no ha sido juzgado debido a su estado de salud- y a 45 críos.
En el centro del embrollo, Philippe, 59 años, alcohólico, que ya había cumplido condena por violar a su hijo Frank y su hija Lidia. Es uno de los condenados a 28 años de cárcel. En 1998, cuando recuperó la libertad, Philippe fue a buscar a Frank, que malvivía casado con Patricia y tiene tres hijos. Philippe les convenció para que abusasen de sus hijos y a sacarse algún dinero prostituyéndoles. Los críos tenían menos de seis años. Philippe y Patricia han sido condenados a 18 años y 16 años de cárcel, respectivamente.
Eric J. y su hermano Jean-Marc J., de 39 y 45 años respectivamente, han sido condenados a 28 y 26 años. Los dos son reincidentes, estaban en libertad vigilada pero eso no les impidió participar como organizadores en esa red de prostitución infantil. Al conocer la sentencia Jean-Marc quiso agredir a su abogado. Didier, de 33 años y profesional de la prostitución desde muy joven, ha sido condenado a 18 años por aprovecharse sexual y económicamente de los niños.
Proceso gigante
La condena más leve es de cuatro meses de cárcel con suspensión de pena, parecida a los seis meses con que se castiga la pasividad de Karine, una asistente social que no quiso denunciar la violación de cuatro niños de una familia de la que ella se ocupaba. Karine, con el periodista Jean-François, condenado a tres años, son los únicos acusados con estudios y que en el momento de los hechos vivían de su profesión. En total, se pedían 672 años de cárcel para el conjunto de los acusados en un sumario de 25.000 páginas. Los defensores alegaban que el gigantismo del proceso, que obligó a crear una sala especial, iba a propiciar un "juicio colectivo con castigo general". No ha sido así, porque el jurado ha precisado con mucho detalle los actos probados de que se considera culpable a cada uno de los implicados.
Los acusados han comparecido 93 días ante el tribunal. Las deliberaciones del jurado han durado nueve días porque tenían que responder a 1.974 preguntas, la mayoría referidas a si había existido o no "violación", "proxenetismo" y "abuso sexual", con la particularidad de que las víctimas, en el momento de los hechos, tenían entre 6 meses y 12 años. Varios de los procesados son analfabetos, la mitad no tiene oficio conocido, el resto está en paro y la práctica totalidad cobraba subsidios de subsistencia por incapacidad de encontrar trabajo.
De los 65 acusados, de entre 23 y 73 años, 39 son hombres y 26 mujeres. De las 45 víctimas, 26 son niñas y 19 niños. A 12 de ellos, que hoy tienen entre cuatro y 16 años, el presidente del Tribunal, Eras Maréchal, ha explicado el veredicto: "Me han escuchado y se han mostrado muy impresionados". Ninguna de las víctimas podrá volver a vivir con su familia, porque eran sus padres, abuelos, tíos o primos los que abusaron de ellos, les violaron y vendieron. Por 30, 20, 10 o 5 euros, por unas botellas, por un billete de tren. Una de las criaturas se vio obligada tantas veces a practicar felaciones que ahora, cuando come, quiere hacerlo a solas, sin que nadie la vea.
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