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Crítica:ALCALATINJAZZ 05
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El maestro puso orden

Una cosa es la improvisación, esencia del jazz, y otra, andarse por las ramas. Tuvo que llegar el gran Bebo Valdés para decir cómo se deben hacer las cosas. Hasta ese momento, Buika se había perdido en innecesarios alargamientos de canciones, en interminables solos de sus instrumentistas y en ese alarde de demostrar que tiene una voz sensacional, de negra pura, que sabe pasar del susurro al grito y del cristal a lo ronco con facilidad. Esta mallorquina de origen ecuatoguineano domina la técnica del scat (improvisación vocal onomatopéyica que hace de la voz un instrumento) a la perfección, pero abusó tanto de ella, que se malograron canciones hermosas hasta hacerlas casi irreconocibles. Le pasó con el clásico My baby just care for me, de la luchadora y ya fallecida Nina Simone, o en el arrebatador bolero eterno, Nostalgia. En ambas, y en otras muchas de su recital, se inventó y alargó las estrofas de arranque, repitió hasta la saciedad las mismas frases inventadas y anduvo más pendiente del efectismo que de su esencia.

Buika + Bebo Valdés

Concha Buika (voz): Víctor Merlo (bajo y contrabajo), Israel Sandoval (guitarra) y Noa Shaye (batería). Bebo Valdés (piano), Javier Colina (contrabajo), Richard Valdés (timbales) y Efraín Porro (congas). 6ª y última jornada Alcalatinjazz 2005, Parque O'Donnell de Alcalá de Henares (Madrid), 24 de julio.

Nada que objetar por lo que de improvisación se le supone al jazz, pero dio la sensación de que lo que le costaba en realidad era ir al grano. Tenía el día "introspectivo", como reconoció, y nunca llegaron a verse en su concierto esas verdades que anunció al empezar y que pidió disculpas anticipadas por si llegaban a ofender a alguien. De su disco debú homónimo nada se vio, y Buika también se alejó de las emocionantes sesiones que ofrecía no hace muchos meses por los bares de Madrid.

Y en esas llegó el octogenario pianista cubano Bebo Valdés. Se dice ahora que a los programadores de los numerosos festivales de jazz, que se organizan por toda España, les falta imaginación, pues siempre que pueden, tiran de Bebo Valdés, muy famoso desde que Trueba rodara Calle 54 casi como homenaje a él. Puede ser cierto por lo que de tapón signifique para otras propuestas tan valiosas, pero menos conocidas, pero ¿quién no quisiera tener en su equipo de fútbol a los mejores Pelé o Maradona, o a un Armstrong o un Indurain en el ciclista? Bebo es garantía de muchas cosas. Es comedido y preciso, pero atesora tanta sabiduría y experiencia que se sabe que va a quedar bien. Quizás sea esa calidad previsible la única objeción a ponerle, pues es difícil pillarle en otras, como un renuncio de sus dedos, siempre tan precisos. Olvida ocasionalmente los nombres de las piezas que presenta y los de sus autores, lo que le hace más humano. Se hace tan simpático y cercano, además, que apetece pasar más rato con él. Explica los temas que va a hacer, sus arreglos y sus orígenes, y comenta que se va de Cuba a Nueva Orleans, de la música de películas a la del Misisipí, de la clásica a la contemporánea. Recrea a Bill Evans ("el mejor pianista americano moderno", asegura); borda un excelso Son de la loma, del Trío Matamoros; alaba el "bellísimo arreglo" que el "maestro del contrabajo Javier Colina" ha hecho de Si te contara, y no es parco en piropear a sus músicos, donde está su propio hijo, "el amo de los timbales".

Entre tanto instrumental, el público canturrea El manisero o esa estrofa "Si a tu ventana llega...", de la célebre habanera La paloma. Aunque quiso despedirse con Lágrimas negras, el público de Alcalá le obligó a regresar al escenario. Y no hubo mejor final para un festival que ha sobrepasado su primera edición con algo más que una buena nota.

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